MUERTE EN MANILA

“Todas las historias y anécdotas que se cuentan en el libro son ciertas, contrastadas y verídicas”, escribe el autor en el prólogo de una novela que se inspira en la persona de su abuelo, José del Castillo, que fue cónsul general de Filipinas de 1941 a 1945, años muy complicados que el protagonista vivió de manera dramática.
Al poco de llegar a Filipinas, el ejército japonés invadió las islas y se hizo con el control. Esta acción militar coincidió en el tiempo con el ataque a Pearl Harbor en Hawái. En esa fecha, como consecuencia de la derrota de España en la guerra de 1898, Filipinas era un Protectorado de Estados Unidos, aunque seguía siendo visible el legado cultural español. Hasta 1945, Estados Unidos no consiguió recuperar el control del país.
José del Castillo se trasladó a Filipinas con su mujer y sus dos hijos pequeños, uno de ellos el padre del autor, quien también ha aportado su versión de los hechos y ha ayudado a que todo lo que se cuenta tenga una relevante y destacada dimensión humana, que hace más atrayente el relato, pues el punto de vista es siempre el del protagonista, José del Castillo, que vive esos hechos dramáticos de manera intensa, apasionada y cercana. Lo que cuenta (que se apoya en los informes diplomáticos que escribió) lo vivió de cerca, y esto añade valor histórico a esta novela que recrea unos hechos desconocidos para el gran público. Las consecuencias militares y políticas de la invasión japonesa también se tradujeron en la vida del cónsul y del consulado, con numerosas víctimas como consecuencia de las acciones militares. Con el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial, la novela presenta de manera directa estos hechos narrados con excelente pulso narrativo.

TROA