NOSTALGIA DE LA SANGRE

Besana es un periodista encargado de la sección de sucesos de un diario de Milán que está esperando su prejubilación y que está ya de vuelta de la mayoría de las cosas. Cuando se produce un asesinato con unas peculiaridades muy extrañas y comienza a escribir la crónica sobre él, aparece Ilaria, una becaria que le hace unas observaciones sorprendentes, relacionando ese crimen con el del primer asesino en serie italiano. A Ilaria la han despedido del periódico por su forma de ser y la llaman “la plasta”.
A pesar del poco prestigio de Ilaria, Besana acepta sus sugerentes intuiciones y escriben un articulo juntos que todos reciben con sorpresa y que es un auténtico éxito. A partir de ese momento, surge una estrecha relación entre ambos que van escribiendo crónicas e iniciando una investigación por su cuenta, generalmente a partir de las intuiciones de Ilaria y los datos que obtiene Besana de la policía.
Como toda novela policiaca, se dedican algunos capítulos intercalados a explicar la génesis y peculiaridades de este tipo de asesinatos y otros al aspecto humano de los personajes. Besana es un buen hombre, con gran corazón, pero demasiado entregado al trabajo, que no supo mantener su matrimonio y que tienes unas relaciones complicadas con su único hijo, ya adolescente, pero que acaban siendo satisfactorias; y habitualmente aficionado a la bebida.
Por su parte, Ilaria es una mujer peculiar, extremadamente delicada, que cautiva al lector con sus despistes, sus olvidos, su inteligencia clara y que la novela se encarga de mostrar la razón de su forma de ser. El resto de los personajes son muy secundarios, y hasta el mismo asesino es una figura bastante fugaz, pero se dan los datos necesarios para mantener la novela.
El trasfondo de la novela es el eterno problema de cómo una persona se convierte en un asesino y la importancia de la infancia y de la familia. Está escrita con pulcritud y delicadeza, sin detenerse en las escenas morbosas propias del relato. Dividida en tres partes, se avanza en ella sin esfuerzo y acaba por gustar y convencer al lector.

Alberto Portolés