ORDENO Y MANDO

Narra esta novela una parodia de las novelas de espionaje, cuya acción se inicia cuando un desconocido llama a la puerta de un hombre, en París, pidiéndole que le permita llamar por teléfono porque se le ha estropeado el coche y no tiene móvil. Nada más entrar y marcar un número, cae fulminado al suelo, muerto. El dueño del piso, que no quiere denunciar el hecho por miedo a ser considerado sospechoso, tras registrar el cadáver y averiguar su dirección, abandona su casa y no se le ocurre mejor idea que instalarse en la del difunto. Allí se encuentra con la bella esposa de éste, que acepta su presencia creyendo que se trata de un agente secreto, como lo era su marido, y que se oculta allí por razones de seguridad.
La autora imagina una acción que reúne influencias tan opuestas como las de Franz Kafka y las de Ian Fleming, creador de James Bond. Lujosa mansión, hectolitros del mejor champagne, una hermosa rubia y unas situaciones disparatadas reducen al absurdo una usurpación de identidad tan poco creíble y surrealista de forma como cínica y frívola de fondo. Aun admitiendo todo esto, y sin suponer un avance creativo en la producción de quien escribe, la obra resulta original, ingeniosa y hasta divertida. Conociendo su peculiar personalidad literaria, y siempre que se acepte introducirse en su concepción novelística, tendente al esperpento, la peripecia argumental interesa e intriga y el estilo atrae por su singularidad expresiva y su particular humorismo, dentro de unas normas idiomáticas correctas que la traducción ha sabido respetar.

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