REPOLLOS Y REYES

“Repollos y reyes” es un título desconcertante y que rompe con lo común. El autor lo toma del poema de Lewis Carroll «La morsa y el carpintero», que dice así: “Ha llegado el momento -dijo la Morsa- de hablar de muchas cosas; de botas y botes y betún, y de repollos y reyes”. Un título chispeante para un libro que también lo es. Recoge una serie de relatos sucedidos en la república centroamericana de Anchuria. El autor vivió unos meses en Honduras y en estos relatos recrea aquel país caribeño, con su forma de vida, sus paisajes y sus gentes. Unos relatos amenos, con riqueza de personajes y situaciones que recogen con humor y perspicacia la vida en la pequeña ciudad de Coralio. Refleja bien tranquila vida caribeña, y se trasluce sin acritud ni tinte negativo el predominio de los caciques, la digna servidumbre de los nativos, y hasta la influencia de la política económica de los Estados Unidos, que concreta en el modo de trabajar y los intereses de la United Fruit Company. El tono bienhumorado dulcifica su crítica social y de las costumbres. El lector probablemente sonría cuando uno de los pocos viajeros que llega a Anchuria en yate comenta al cónsul en la página 43: ”Estoy recorriendo la costa para conocer los países de los que vienen el caucho, el chile y las revoluciones” o en la página 187 “Esta costa no es muy consecuente. Los acontecimientos se suceden con intermitencia. Incluso el tiempo parece colgar su guadaña de la rama de un naranjo, mientras dormita una siesta y fuma un cigarrillo”.
Con el mejor estilo de los relatos cortos norteamericanos de Edgar Allan Poe o Mark Twain, el autor de “Repollos y reyes” escribe con una prosa coloquial y popular aunque con un lenguaje correcto y digno, lleno de matices y de pequeños giros gráficos, sugerentes y acertados. Por ejemplo, cuando hoy se habla de las “repúblicas bananeras” para aludir a países centroamericanos o latinos, pocos recordaran que el autor de “Repollos y reyes” fue quien lo acuñó.
El norteamericano O. Henry (Greensboro, Carolina del Norte, 1862-Nueva York, 1910) es seudónimo de William Sidney Porter. Un autor popular que tuvo que huir de su país por ser acusado de hurto y al regresar estuvo en la cárcel. Ha publicado muchos cuentos y relatos cortos, entre ellos “Memorias de un perro amarillo”, “Un amante tacaño”, “Regalo de Reyes”, “Déjeme tomarle el pulso”, o “El oro que relucía” que se han traducido al castellano y cuyos títulos dan una pista de la ironía y gracia de sus escritos.

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