SE LLAMABA CAROLINA

En una antigua ciudad castellana venida a menos, un alumno de los pequeños de la escuela local recuerda, años después, ya adulto, el efecto que entre los vecinos causó en la década de 1940 la llegada al pueblo de una compañía teatral ambulante. Debido a una avería del camión que transportaba el utillaje y a parte de los actores, era necesario encontrar entre las jóvenes del lugar, una que estuviera dispuesta a interpretar el papel de Ofelia en el drama de Hamlet de Shakespeare cuya representación estaba prevista para un miércoles de ceniza.
Carolina, hija de una viuda perteneciente a una distinguida familia y maestra suplente en ausencia de la titular del pueblo, se muestra dispuesta a actuar después de alguna vacilación al respecto. Se llamaba Carolina narra un drama literario shakespeariano dentro de una novela, todo ello sobre el fondo de la tragedia real que había significado poco antes para todos los personajes la Guerra Civil española. José Jiménez Lozano (1930) combina con mucha habilidad los diversos planos narrativos para componer con ellos una historia consistente y bien elaborada que refleja el mundo rural en donde transcurrió su propia infancia. Los actores ambulantes explican que van a interpretar no el texto completo de “Hamlet” sino una adaptación abreviada donde no puede faltar la calavera en manos del inmortal príncipe de Dinamarca, ni la muerte de Ofelia arrojándose al río. Por otra parte, en el pueblo se murmura sobre aspectos de la conducta de Carolina un tanto nebulosos, referidos a su permanencia en Madrid durante la guerra que algunas personas no bien intencionadas se proponen airear por rencor hacia ella. Costumbrismo, comedia y drama, se mezclan en la acción, vistos a través de una mente infantil que no acaba de entender lo que presencia. Como es habitual en el autor, el estilo, con predominio de la forma indirecta sobre el diálogo, destaca por la extraordinaria riqueza de un vocabulario de profunda raigambre castellana y unos modos de expresarse de los personajes adaptados con precisión a los rasgos que se atribuyen a cada uno de ellos. En los tiempos en que el cine se destacaba como el espectáculo de progresiva aceptación popular, los cómicos y titiriteros ambulantes se convertían en heroicos representantes de un pasado ya casi desaparecido que intentaba, con los modestos medios a su alcance, alegrar el panorama de una sociedad todavía oscurecida por la muerte y el dolor derivados de la guerra.
Novela ganadora del Premio Libro con valores 2017 que otorga la Fundación Troa.

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