SÓNIECHKA

Sonia ha vivido sólo para leer. Encuentra a su marido como un buen compañero que la entiende y comienzan unos años de felicidad en los que se dedica a la vida doméstica y a su hija Tania. Pero ésta ya vive como los jóvenes rusos, extrayendo todo el placer de sus relaciones. Cuando conoce a Yasia, se prenda de ella, al igual que su padre. Sonia admite que su marido tenga esa alegría en su vejez.
La novela tiene una contención y una delicadeza que se agradecen en un relato de un complicado triángulo amoroso. Sin descripciones, expresa sentimientos y muestra cómo se puede vivir observando la propia vida y la ajena, aunque éstas sean ignominiosas. La autora muestra también el vuelco moral que se produce en una generación con un ritmo suave, como la vida de Sonia, que se acomoda a todo. La sordidez de la vida de Yasia se muestra delicadamente y lo astuta de ésta contrasta con la ausencia de arrestos de Sonia, que siempre ha dejado a su marido hacer lo que ha querido y se ha adaptado a todo, incluso a tener a la concubina -Yasia- en su propia casa. Tampoco ha logrado educar a su hija, ni lograr su afecto. La novela presenta un drástico cambio, una situación intolerable con suma serenidad y placidez de quien, como Sonia, sigue en su puesto serena y suave, impregnando el tono de la narración como una protagonista silenciosa.

TROA