TIERRA DE CHACALES

Tierra de chacales, el primer título publicado por Amos Oz (Jerusalén, 1939) está compuesto por diez narraciones cortas, escritas todas ellas en la década de 1960 y protagonizadas en su mayoría por hombres y mujeres judíos de origen europeo, incorporados a las tareas que se desarrollan en los “kibutzs” del Estado de Israel.
El autor, que vivió largo tiempo en una comunidad de este tipo, demuestra conocer muy bien el ambiente en que se inscriben estas instituciones, establecidas siempre en zonas rurales, cuyas actividades quedan reguladas por normas estrictas en cuanto al trabajo y donde los niños crecen separados de sus padres.
La situación de permanente amenaza bajo presión musulmana, la sobriedad extrema de sus condiciones materiales de vida y la falta de intimidad derivada al régimen de propiedad y explotación colectiva, resultan a veces difíciles de aceptar par los recién llegados. Cada narración de entre las que tratan esta temática, se aborda desde un punto de vista diferente, lo que implica que los protagonistas también lo sean. Sin embargo, la continua presencia de operaciones bélicas contra los pobladores de los vecinos territorios árabes, la memoria del Holocausto que conservan las familias supervivientes y el carácter provisional del Estado de Israel recién fundado en aquellos momentos, dan unidad a los contenidos de fondo de las diversas historias narradas. En todas ellas se percibe una cierta sensación de incertidumbre y provisionalidad que rodea a los personajes y que el autor, entonces un joven narrador novel, recoge con el realismo estructural y la eficacia expresiva que son rasgos característicos de su prosa. Las dificultades del pasado y las inquietudes ante el futuro, determinan que en una tierra donde se escuchan los aullidos nocturnos de los chacales, ninguno de los relatos refleje momentos plenamente seguros y apacibles. La soledad en compañía, la incomunicación, la pérdida de los seres queridos, la desestructuración familiar y la ausencia de convicciones sólidas y firmes en el ámbito espiritual y moral se traslucen de modo más o menos explícito en casi todos los argumentos, con profunda intensidad dramática. La sobriedad del estilo, patente sobre todo en los diálogos y menos acentuada en las descripciones, donde la adjetivación es más rica, subraya la ardua condición del vivir que predomina en las actitudes de los tipos de israelíes aquí representados. El relato titulado “En esta mala tierra”, protagonizado por el juez de Israel llamado Jefté en el Antiguo Testamento, evidencia el ateísmo que el autor ha reconocido profesar.

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