TODO EL MUNDO ESTÁ OCUPADO

En Todo el mundo está ocupado se transparenta con sencillez el mundo interior de Bobin como, por otra parte, viene siendo habitual en sus publicaciones, ya sean poemas o narraciones. “No hay más que lo natural en este mundo. O si queréis, y es lo mismo: no hay más que milagros en este mundo”. Este pensamiento toma carta de realidad en este título, lo prodigioso convive con lo natural sin solución de continuidad; es más, asombra su capacidad para convertir lo cotidiano en maravilloso sin malograr la línea argumental.
En Bobin, esta capacidad de transportarnos a otro lugar más allá de lo real concreto no obedece a un mero recurso narrativo, más bien es el modo literario al que recurre para presentar su estar en el mundo. Un mundo no precisamente idealizado el que aparece, pues están presentes el dolor, la separación y la muerte. Pero sí es un mundo poético donde conviven armónicamente objetividad y subjetividad, realidad y ficción, lo humano y lo trascendente. Bien se puede afirmar que, para el autor, esa separación que establecemos entre lo humano y lo divino no existe en la vida, sino que lo sobrenatural se manifiesta a través de las personas, de tal modo que “cuando todo el mundo está ocupado” en sus cosas se oscurece lo sobrenatural.
La lectura de este libro es como un antídoto contra el materialismo, la visión desesperanzada o la tristeza, transmite la felicidad de vivir amparados en una fe sencilla. Sin pretensión moral, se sitúa lejos de cualquier prescripción o mandato ético, desvela que la felicidad se encuentra en las cosas sencillas de la vida, que cada uno tiene su momento para descubrirla y que el agradecimiento y el amor son salvadores. En consonancia, el estilo es fluido, delicado y muy expresivo; con descripciones reposadas, pleno de metáforas e imágenes, reflejo de su interés por la naturaleza y por el misterio que hay detrás de las cosas.

Francisco Andrés