TODO ES POSIBLE

La escritora norteamericana Elizabeth Strout (Maine, 1956) reúne en Todo es posible una serie de narraciones cortas ambientadas en Amgash (Illinois) pueblo natal de la protagonista de su novela titulada Mi nombre es Lucy Barton. Cada una de ellas se refiere a alguien que, de modo más o menos cercano, perteneció al mundo de Lucy en su infancia y primera juventud, antes de que se trasladase a Nueva York y alcanzara fama como novelista.
Esta obra completa ciertos aspectos de la antes citada, en tanto que analiza, desde una perspectiva de realismo naturalista, personajes que contribuyeron a formar la personalidad de la protagonista e influyeron en su modo de pensar y actuar. Elizabeth Strout despliega una amplia galería de tipos humanos, todos ellos representantes de distintos aspectos de la sociedad americana del Medio Oeste, según su nivel económico y cultural. Enfermedades, divorcios, adulterios y dificultades profesionales, son, entre otros, los causantes externos de unas situaciones anímicas que ponen de relieve la soledad, la incomunicación, el aislamiento y el bloqueo afectivo que marcan unas vidas tristes y carentes de horizontes espirituales. El peso de oscuros secretos familiares, la frustración producida por esperanzas fallidas y deseos insatisfechos y los sentimientos de culpa suponen, en la mayoría de las historias, un lastre existencial que los protagonistas no consiguen ni comprender ni superar plenamente, sino que se limitan a aceptarlo para sobrevivir. Las cualidades narrativas de la autora superan la difícil prueba de convertir en materia novelística una serie de nimiedades argumentales a las que logra dar relieve significativo al estar encarnadas en hombres y mujeres, inseguros pero persistentes en su apego a la rutina a la que han logrado habituarse. Su estilo, directo sobrio y poco selecto en lo que concierne al vocabulario y la estética literaria, se adapta sin fisuras a los rasgos que definen, en todos los casos, tanto el ambiente en que transcurre la acción como el clima que define su atmósfera emocional. Sin embargo el dominio de recursos técnicos y la capacidad de involucrar al lector en el curso de los acontecimientos narrados no bastan para compensar el vacío de contenido que subyace en estas páginas. La pragmática aceptación de situaciones cuyo rechazo se justificaría por apariencias sociales pero no por principios morales, dibuja un horizonte muy limitado y fatalista en cuanto a la capacidad individual de distinguir el bien del mal y obrar en consecuencia.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa