TRÁNSITO

Faye, la escritora inglesa que fue protagonista de una novela anteriormente publicada por Rachel Cusk (Canadá, 1967) titulada A contraluz, vuelve a desempeñar el papel de narradora y figura central de Tránsito, ambientada en Londres. Después de su ruptura matrimonial vuelve a la capital desde la localidad campestre donde vivía con sus dos hijos y se instala en una vieja casa eduardiana, situada en un barrio tranquilo pero cuyo interior se halla en pésimo estado.
La acción describe los pequeños acontecimientos de la vida cotidiana, desde sus conversaciones con el constructor que le reforma la vivienda hasta la visita al peluquero, pasando por su intervención en un acto cultural donde realiza la lectura de un relato suyo y explica su forma de escribir. Los elementos que integran el argumento de esta novela se inscriben dentro de la más estricta cotidianeidad para probar que también la ausencia de hechos destacables puede convertirse en materia literaria. La protagonista se encuentra en plena tarea de recomponer, además de su vida tras el divorcio, en hacer confortables unas habitaciones que se resisten a serlo y de recomponer antiguas relaciones, rotas por años de vivir apartada de su antiguo mundo. En cada capítulo se encuentra con un personaje distinto, que tiene su propia historia y accede a contársela a cambio, sobre todo, de escuchar a su interlocutor, sin apenas interrumpirle. Familia, matrimonio, maternidad y autorrealización son los temas que centran la acción, vistos desde distintas perspectivas, siempre realistas y según esquemas de pensamiento acordes con los valores que predominan en la sociedad actual. Un fondo de humor, de tintes surrealistas, impregna estas vivencias donde los derrumbamientos predominan, tanto en las casas como en los ánimos de los personajes, pero también la voluntad de no esquivar los golpes y las caídas sino de aprender de ellos. Igualmente aparece reflejado en los personajes el deseo de entender lo que sucede alrededor y de hallar respuesta a preguntas existenciales, el sentimiento de culpa por los fracasos amorosos y conyugales, el descontento ante un mundo mecanizado, donde todo se produce industrialmente y una sensación de hartazgo vital. Estos elementos componen un panorama narrativo que utiliza el vacío y la confusión como fuente inspiradora. Al llegar al punto final en la última página, nada ha cambiado realmente en la situación previa de los personajes, uno de los cuales afirma que seguir viviendo es como desangrarse lentamente. Han hablado, se han desahogado pero su horizonte sigue cerrado a lo espiritual aunque lo material solo les satisface a medias. Bien elaborada técnicamente y escrita con un estilo sobrio, sin adornos esteticistas, la obra refleja un entorno social de soledad y desconcierto donde la fidelidad conyugal sucumbe ante el divorcio el amor desaparece eliminado por el sexo inmediato y desvinculado de cualquier compromiso.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa