UN AMOR EN LA CALLE DEL PEZ

El relato comienza cuando Irene llega a Madrid huyendo de su vida (novio, familia rota, madre ausente, amigas vacías) y encuentra a Manuel, joven profesor de universidad. Sintonizan rápidamente y comienza una relación plena de felicidad en casa de Manu, en la calle del Pez. Momentos de plenitud absoluta en un Madrid que les envuelve con su vida nocturna, los amigos, los locales donde escuchar música… Pero comienzan a distanciarse cuando él cambia de empleo: largas jornadas laborales y viajes cada vez más frecuentes. Irene, que prepara oposiciones y pasa la mayor parte del tiempo sola, se harta y decide cortar, a pesar de que ambos siguen amándose. La vida por separado estará llena de dolor y búsqueda.
Además de una historia que va captando progresivamente el interés del lector gracias a una inteligente dosificación de la intriga, dos aciertos llaman la atención: el perspectivismo y la creación de personajes. Es una novela sin narrador, el lector se va haciendo cargo de la situación a través de los pensamientos de los personajes y de los diálogos entre ellos. La variedad de perspectivas para presentar un mismo hecho aporta veracidad y cercanía, y provoca que el lector tome parte en el relato, pues hace el papel de narrador invitado en cuanto que ensambla los distintos puntos de vista.
Los personajes son humanos, creíbles. Están bien caracterizados, no solo los dos protagonistas, sino también algunos secundarios como Pepa, mujer optimista y comprensiva, o su antítesis, Marianne, que representa la parte oscura de las relaciones y de la vida. El autor hace un homenaje a la estabilidad de la familia en la breve aparición de un matrimonio mayor, Piedad y Pedro: “Esa pareja que hubiéramos podido ser Manu y yo. Tranquilos, sencillos y felices. Nada del otro mundo”.
Una novela sobre el amor y el compromiso, la complejidad de las relaciones personales y los derroteros inesperados a los que nos aboca la vorágine de la vida.

Francisco Andrés