UNA MÍNIMA INFELICIDAD

Novela-diario en que una hija única, de pequeña estatura, relata la vida junto a sus padres, atravesada por un fuerte anhelo de amar y ser amada. Cierto desamor entre sus padres, la excentricidad de la abuela (que acaba suicidándose), la búsqueda de un afecto por parte de sus padres que se muestra mermado… marcan una existencia común, discreta. El resultado es esa “mínima infelicidad” que da título a la novela y que juega tanto con la estatura de la voz protagonista como por una infelicidad que existe, pero que carece de voz para gritar. Es curioso que el libro comienza con la siguiente frase: “Dios es la altura suprema, Dios es el Altísimo, ¿no es aterrador?”. En efecto, la vida contiene un cúmulo de miserias, de deseos insatisfechos, de mezquindades. Y sin un amor que sacie, sin una trascendencia que eleve y sane la indigencia humana, el horizonte humano se parece a la pasión inútil de la que hablaba Sartre. Un Dios aterrador no ayuda a sembrar esperanza en la existencia. Un Dios misericordioso, humano y compasivo, añadiría un plus al estoicismo en que al final se resuelve la vida.

Antonio Barnés