- Editorial: DESTINO
- Año de edición: 2018
- Materia: Ensayos
- ISBN: 978-84-233-5428-3
- Páginas: 180
- Encuadernación: Rústica
- Colección: Destino Clásicos
- Idioma: Español
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En 1925, ocho años después de la Revolución rusa, el periodista Josep Pla (1897-1981) viajó a la URSS para escribir una serie de artículos periodísticos por encargo de La Publicitat. Los artículos tuvieron una gran aceptación y se publicaron ese mismo año en formato libro en la editorial Diana, consiguiendo vender más de cinco mil ejemplares. Este éxito demuestra el interés que existía en España por todo lo que estaba pasando en la URSS y que propició que una larga lista de intelectuales y políticos de todas las procedencias políticas (aunque de manera especial de la izquierda) viajasen a aquel país para comprobar en directo el alcance de las medidas revolucionarias y utópicas que se estaban llevando a la práctica. Muchos viajeros quedaron asombrados de manera positiva por los derroteros de la Revolución; otros, desde muy pronto, sospecharon de la desmedida pasión totalitaria del régimen y del peso que estaban teniendo las medidas coercitivas contra aquellos que no comulgaban con los ideales comunistas.
Merece la pena citar dos libros que han estudiado muchos de estos testimonios: el de Andreu Navarra, El espejo blanco. Viajeros españoles en la URSS (Fórcola) y el de Miguel Ángel Arrese, Peregrinos de la revolución (Nausicaa). A estos hay que añadir por su interés dos recientes reediciones: el libro del anarquista Ángel Pestaña, Setenta días en Rusia. Lo que yo vi (Almuzara), que cuenta el viaje que realizó en 1920 como emisario de la CNT para conseguir la adhesión de su organización a la Internacional Comunista; y el viaje en 1924 de Óscar Pérez Solís, también miembro de la CNT, experiencia que contó en su posterior libro Un vocal español en la komintern (Almuzara), quien al igual que Pla contó con el político catalán Andreu Nin como intérprete.
Pla parte de una intención periodística: He procurado plantear las cosas en un terreno objetivo. Él quiere limitarse a contar lo que ve, sin añadir valoraciones ni opiniones personales. No siempre le resulta fácil mantener la imparcialidad, pero en general consigue el propósito de componer un texto muy informativo y didáctico, en el que, por un exceso de periodismo, se echa en falta la actitud irónica, crítica y socarrona de la mayoría de los textos de Pla. Aunque años después se despachó a gusto contra las políticas totalitarias que arrinconaban al individuo frente al poder del Estado, en este libro Pla comprueba, quizás aplastado por la propaganda, la ruptura radical que supone el comunismo soviético en todos los órdenes, de manera especial en todo lo que afecta al orden social. Pla no tiene una opinión muy positiva de las democracias liberales, por lo que ve con buenos ojos algunas de las decisiones que adopta Rusia, que van precisamente en la dirección contraria.
Explica muchas cosas que tienen que ver con cuestiones organizativas. Habla de los problemas con los que se han enfrentado los comunistas: por ejemplo, las reticencias de los campesinos a seguir sus directrices. Expone los conflictos políticos, la situación de las diferentes repúblicas, los idiomas, la industria, la educación
No hay que olvidar que tras la guerra civil y el comunismo de guerra, que provocaron mucha miseria en todo el país, Lenin no tuvo más remedio que abrir un camino intermedio entre el comunismo y el capitalismo, la Nueva Política Económica (NEP), que calmó los ánimos de los más contrarios al comunismo aunque levantó muchas sospechas entre los fervientes partidarios de aplicar sin contemplaciones las recetas comunistas. Por eso, Pla contempla una Rusia en proceso de evolución. En este sentido, otros visitantes tuvieron menos paciencia que Pla y juzgaron de manera más contundente algunas de las medidas totalitarias que se implantaron (y que se implantarán todavía con más fuerza en los años sucesivos). Pla muestra una actitud condescendiente, comprensiva, quizás porque comparando la Rusia actual con la de la época de los zares, ve motivos para la esperanza, y eso que, como explica el mismo, se aproximó a esa realidad con el candor de la ignorancia y reconociendo que estamos demasiado próximos a los acontecimientos para señalar la dirección que tomarán.
Hay, sin embargo, observaciones que anticipan lo que vendrá después, con comentarios que van más allá de lo puramente periodístico, como cuando dice que es probable que a distancia la revolución rusa no quede más que como un fantástico cambio de personal y con una inversión del significado verbal de las palabras. Intuye que la libertad individual pasará a un segundo plano y que todo en Rusia se estatalizará, también la producción intelectual. Y ve como un peligro la obsesión por la propaganda, constante en todos los órdenes de la vida.
Este volumen incluye también un breve perfil del político catalán Andreu Nin escrito por Pla en 1959 y que incluyó en su serie de Homenots. Durante el viaje a Rusia que antes comentábamos, y en el que Pla coincidió con el también periodista catalán Egugeni Xammar, Nin ejerció como cicerone e intérprete. Pla resume su trayectoria política y doméstica, su viaje la Rusia, su gran nivel como traductor. Recuerda varias anécdotas personales que sirven para definir el espíritu rígido y dogmático de Nin, entusiasta sin fisuras de la Revolución (aunque más tarde tuvo que abandonar Rusia acusado de trotskista). Prepararon juntos en una dacha un arroz catalán y mantuvo una viva discusión a propósito de un ensayo de Herzen, crítico con el comunismo ruso. El tono de este perfil es distinto al que empleó cuando relató su viaje. Aquí hay más observaciones subjetivas y personales. Aparece el auténtico Pla.
Adolfo Torrecilla
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