- Editorial: RIALP
- Año de edición: 2013
- Materia: Ética
- ISBN: 978-84-321-4304-5
- Páginas: 160
- Encuadernación: Rústica
- Colección: Bolsillo
- Idioma: Español
13,00 €
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El título anuncia el tema, pero no el enfoque. No lo es el análisis riguroso propio del profesor de antropología Gómez Pérez lo es-, sino el que refleja el título del epílogo: Lo que debe ser y lo que suele ser. Explica a grandes rasgos qué es virtud y qué vicio, para hacer un repaso cómo se encuentra nuestra sociedad, occidental en general y española en particular, en relación a las dos nociones. Finaliza extendiéndolo a lo que considera como una constante marginal en la historia: la del vicio que quiere aparecer públicamente como virtud, la hipocresía.
El autor tiene un esquema previamente fijado, y es fiel al mismo. Pero a partir de aquí lo que encontramos es una reflexión en voz alta, que va poniendo por escrito, de forma que el sabor a espontaneidad permite que no echemos de menos unas precisiones que exigiríamos a otro tipo de libros. En sus páginas, no obstante, asoma el ensayista que ha analizado muchos de los temas tratados con gran agudeza.
Gómez Pérez señala varias luces de alarma que se encienden en la sociedad de principios del siglo XXI, y que a menudo no se quieren ver como preocupantes. Pero, a la vez, quiere insistir en que, en una sociedad que funciona, la virtud, siempre más discreta que el vicio, debe tener más peso específico que el vicio. Y la nuestra, mejor o peor, funciona. Tiene poco sentido recurrir a la vieja idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y menos aún ver en ninguna época una sociedad ideal. El motivo se comprende al compreder al hombre mismo, siempre proclive a admirar la virtud como meta, y siempre tentado a dejar de lado el esfuerzo que requiere y en vez de ello dejarse llevar por la senda del vicio. También eso explica la hipocresía, que quiere adornarse con las joyas de la virtud mientras lleva una vida contraria a ella. Y una última precisión, de necesaria insistencia hoy en día: la perfección técnica no se identifica con la perfección ética, y resulta un lamentable engaño la pretensión de buscarr solo remedios técnicos para subsanar defectos morales, o sea, vicios.
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