VIDA CON ESTRELLA

Jiri Weil (1900-1959), escritor checo de origen judío, narra en Vivir con Estrella, novela publicada en 1949, la vida de un joven empleado de banca de Praga que pierde su trabajo debido a las leyes antisemitas de las autoridades de ocupación alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Sin familia ni dinero, refugiado en una vivienda apenas amueblada, carente de instalaciones higiénicas, y obligado a trabajar en el mantenimiento del cementerio judío, deja pasar los días y los meses esperando a recibir la oportuna citación que le convoque para el viaje sin retorno a un campo de concentración. Mientras llega este inevitable momento, se consuela imaginando que habla con la mujer de la que estuvo enamorado y admira la belleza de las estrellas celestes, en contraste con el horror que le supone el vivir con una estrella amarilla cosida a sus ropas.
El autor, a través de la voz del protagonista, que actúa como narrador en primera persona, desgrana, seguramente con cierto trasfondo autobiográfico, la vida cotidiana de alguien que ha perdido todos los bienes que pudo poseer en el pasado y que carece de expectativas de futuro. El cúmulo de prohibiciones que las autoridades de ocupación han dirigido a los judíos de Praga, le impiden realizar hasta las más elementales actividades de la vida urbana como subir a un tranvía o pasear por un parque. A pesar de todo, con un fatalismo no exento de humor, consigue disfrutar de ciertos momentos de distracción, hacerse con libros que le transporten a lugares lejanos y pasar buenos ratos en compañía de un gato sin amo que ha elegido instalarse en su vivienda. La trama pone de manifiesto tanto la increíble capacidad del ser humano para hacer sufrir a sus semejantes como la resistencia de las víctimas que para superar los daños utilizan sus mejores recursos. Jiri Weil, que fingió suicidarse para evitar ser deportado al campo de concentración y permaneció escondido hasta la derrota alemana, fue uno de los primeros autores de lengua checa que convirtió en materia narrativa la pesadilla del Holocausto, igual que ya antes había denunciado las purgas estalinistas en Rusia en otra novela. Con un realismo de estremecedora sencillez refleja la soledad, el hambre, el miedo, la miseria material y moral pero también la posibilidad que siempre existe, incluso en los peores momentos, de contar con la ayuda de alguien o de hacer amistades mientras se limpian los caminos de un cementerio donde se aprovechan los espacios vacíos para cultivar verduras. La obra, escrita con un realismo de ribetes fatalistas que a veces se tiñe de humor irónico, evita incurrir en excesos dramáticos descriptivos pero transmite con gran eficacia el estado de ánimo del protagonista, sometido a una sobrecarga permanente de angustia. La ausencia de sentido trascendente de la vida se hace evidente a través de una pertenencia al judaísmo que es sólo cultural. Sin embargo, la conducta del protagonista se mantiene en todo momento conforme a la ley natural, sin dejarse llevar por la desesperación que indujo al suicidio a varios de los personajes secundarios que intervienen en la trama.

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