EN TIERRAS DE ISRAEL

Simón es un niño judío con grandes dotes para la escritura y la lectura, entre otros, de los textos sagrados, con lo que todo apunta a que será un gran escriba del Pueblo Elegido. Vive con su familia en Nazareth donde tiene la fortuna de contar como vecinos con María y José, quienes han regresado tras un tiempo ausentes por la obligación de desplazarse a Belén para cumplir con el censo impuesto por el emperador romano. En el camino ella ha dado a luz a Jesús y después de un viaje a Egipto y otras vicisitudes han vuelto a su lugar de origen. José a su taller y María a cuidar de Jesús y a ser una vecina discreta y sencilla, siempre pendiente de las personas que le rodean.
Al pequeño Simón le encanta hablar con ellos porque son muy amables y cuentan historias muy interesantes de las que él aprende mucho. María le transmite mucha serenidad y el Niño Jesús, conforme va creciendo, da muestras de ser un niño normal, aunque con un cierto halo de misterio a su alrededor. Simón comparte sus inquietudes cotidianas con su joven maestro Eleazar y su amigo Lucano, cuya familia se ha establecido allí recientemente, aunque nadie sabe el motivo. Los tres se hacen preguntas sobre las escrituras, pero también sobre la creación, porque cuando la contemplan con interés quedan fascinados. Desde muy joven, Simón recoge todas sus reflexiones y los sucesos que le ocurren en un diario en el que hace partícipe al lector de su vida interior.
Juan Flaquer Fuster crea en su primera incursión en la novela un personaje a través del cual el lector puede familiarizarse con los pormenores de la vida en una pequeña aldea en tierras de Israel. Se sirve de la mirada de un niño, a quien no pasan desapercibidos los misterios que le rodean, para describir el día a día de la Sagrada Familia, especialmente de la Virgen y de José cuando Jesús todavía es pequeño, pero posteriormente, de algunos episodios de la infancia y juventud de Jesús que conocemos a través de los evangelios, el momento en el que se pierde en el Templo o su primer milagro en las bodas de Caná.

Álvaro Lucas