ESCENAS DE UNA INFANCIA

Estos seis relatos, algunos autobiográficos, presentan la novedad de verlos reunidos por primera vez en lengua española. Aunque la distribución de los relatos no sea cronológica, sí hay un hilo conductor, con independencia de que sean autobiográficos o ficción. Un hilo formal que los une, la introspección narrativa y su expresión literaria como libre fluir del pensamiento; y un hilo existencial, el dolor y una cierta tristeza vital.
Escenas de una infancia, relato autobiográfico que da nombre al libro, se compone de estampas breves, algunas de cuatro o cinco líneas, sobre la infancia y la casa familiar; el colegio y las primeras amistades; o ya adolescente, la pulsión del deseo. Con descripciones minimalistas, escuetas, pero capaces de revelar lo esencial del entorno y del interior de los personajes, va configurando una personalidad retraída, con dificultad para las relaciones. Como se confirma en el también relato autobiográfico, El pelo de Line, el joven experimenta la ruptura familiar y sufre confusamente en su alma adolescente. Gracias a la obsesiva reiteración de las mismas frases proyecta sobre el lector el desamparo y la refrenada angustia vital.
Tono inquietante que se mantiene en el resto de los relatos, especialmente en Y ya puede venir el perro: la ira de un joven cegado por el odio crea un clímax vertiginoso con un desenlace fatal donde el lector vive los meandros de una psicología obsesiva desconectada de la realidad. En el resto, Él, Fue así como empezó y Soñado en piedra se insiste en las dificultades para expresar los sentimientos y la turbación ante el amor. No solo el difícil mundo de la adolescencia, con sus miedos y frustraciones, sino también las relaciones entre adultos.
Como le reconocía el jurado del Premio Nobel, es como si tuviera el poder de dar voz a lo impronunciable. Y también de buscar la verdad y atisbar la esperanza: “las piedras dicen que existe el amor, el amor existe”, se lee en el último relato. Como gran autor, la personalidad de

Francisco Andrés