LA MÚSICA DESPIERTA EL TIEMPO

Para los amantes de la música, el nombre de Daniel Barenboim no necesita presentaciones. Niño prodigio del piano y uno de los directores de orquesta más reputados del último medio siglo, este ciudadano argentino, español, hebreo y palestino es el mejor exponente de la unidad que debieran conformar nuestra vida ordinaria y la vertiente profesional. En su opinión, la música no está al margen del mundo, sino que el estudio de la música completa el conocimiento que podemos adquirir a partir de la propia música. Una premisa que podemos extrapolar a cualquier otro ámbito de interés: un oficio nunca es un trabajo mecánico, pues siempre condiciona nuestra percepción del mundo. Barenboim lo tiene claro: en la vida no existen compartimentos estancos.
Pese a su interés, la obra tiene claros y oscuros. La traducción del texto es magnífica y pareciera que ha sido escrito directamente en español. Pero la inclusión en la segunda parte (“Variaciones”) de una decena de textos publicados previamente desluce el resultado. En buena medida, estos artículos o entrevistas no tienen una relación evidente con el resto del libro o reiteran contenidos sin aportar nuevos elementos. Quizás sea éste el mayor defecto de la obra, pues en realidad, más que un obstáculo, la avanzada formación musical que requiere la comprensión de cuanto dice Barenboim no deja de ser una muestra de la unidad a que hacía referencia.
El libro resulta tan interesante y difícil como los temas que propone. El modo en que la música puede mejorar uno de los principales problemas para la paz en el mundo -el conflicto árabe-israelí- está magníficamente tratado en los capítulos 4 de la primera parte (“La orquesta”) y 10 de la última (“Sobre la doble ciudadanía”). Por su parte, para quien se acerque buscando una reflexión sobre la relación entre la música y la naturaleza humana, son de lectura obligada los tres primeros capítulos de la obra (“Sonido y pensamiento”, “Escuchar y oír” y “Libertad de pensamiento y de interpretación”). Tanto en unos como otros reluce la especial condición de uno de los hombres más talentosos de nuestros días.

TROA