LAS TRES DE LA MAÑANA

Gianrico Carofiglio nació en Bari, Italia, en 1961. Magistrado y escritor es autor de varias novelas, algunas policiacas protagonizadas por el abogado Guido Guerrieri. Las tres de la mañana es considerada, posiblemente, la mejor de sus obras.
Antonio tiene cincuenta y un años, la edad que tenía su padre cuando pasó con él en Marsella dos días y dos noches y que cambiarían completamente su manera de entender la vida. Corría el mes de junio de 1983. Antonio terminaba el bachillerato y se disponía a cumplir dieciocho años, tres antes había acudido a esa ciudad con sus padres, ya divorciados, para ser tratado de la epilepsia que sufría desde niño. Ahora ha de volver para una revisión y la posibilidad de interrumpir definitivamente la medicación. El tratamiento ha dado los resultados esperados, pero para asegurarse que no haya un efecto contrario ha de estar durante dos días y dos noches sin dormir tomando cada ocho horas unas pastillas prescritas. En esta ocasión le acompaña solo su padre, y con él se dispone a pasar esas largas horas de insomnio que tiene por delante. La tarea no parece fácil pues desde que sus padres se divorciaron la relación entre ambos no ha sido muy fluida. En contra de lo esperado, la conversación entre padre e hijo surge natural y de manera cercana y agradable. Conforme pasa el tiempo Antonio no tendrá reparos en ir preguntando a su padre sobre cuestiones cada vez más íntimas. No tardará en descubrir que el hombre que tiene delante y que hasta entonces le ha resultado prácticamente ajeno, tiene un pasado sorprendente y un presente muy interesante. Con sencillez el joven se irá abriendo a su padre, le contará sus aspiraciones, le planteará sus dudas y la posibilidad de iniciarse en las relaciones sexuales bajo la aquiescencia de su padre.
La novela, con una temática de iniciación, pone de manifiesto una relación paternofilial de austera ternura de la que se desprenden momentos de gran belleza. El padre es el amigo no buscado, inesperado, pero conveniente y deseado en el decisivo paso hacia la madurez.
Un paso que, basado en lo carnal, adolece de un sentido de trascendencia que pudiera afianzar decisiones más dignas en las relaciones humanas. E. Herraiz.

Encarnita Herraiz