nes de textos, pero ese océano de palabras precisa
de agudas brújulas para viajar con éxito. Porque
cada texto posee su propia credibilidad. En el
mundo real, sin embargo, los textos se ubican en
formatos que facilitan claves de interpretación.
Muchos textos literarios circulan por internet sin la
garantía de un editor. Son libros menos fiables. Se
puede dudar de la integridad de un contenido cuyas
erratas certifican que copiar y pegar es más fácil que
riguroso.
Ciertamente, la red de redes supone una gran revo-
lución: casi tan grande como la fascinación que
provoca. Internet ha revolucionado las comunica-
ciones
humanas,
ha
ampliado
la
realidad
creando un mundo virtual
que se entrelaza con el
físico. Ahora bien, ampliar
no significa sustituir. Los
bienes tangibles son insus-
tituibles para quienes
somos de carne y hueso,
no espíritus ni hologra-
mas. Es maravilloso hablar
y ver en directo a un amigo de Canadá a través de la
pantalla; pero no lo es menos tomarse un café real
con un amigo real en una cafetería real.
Los planteamientos disyuntivos, maniqueos,
presentan dilemas falsos e inspiran políticas noci-
vas. ¿Televisión o radio? ¡Televisión Y radio! ¿Libro
de papel o libro digital? ¡Libro de papel Y libro digital!
El mundo virtual ha ampliado exponencialmente las
posibilidades de edición y se han creado los libros
digitales. Papel y pantalla pueden contener Crimen
y castigo, pero ambos libros no son el mismo libro.
El papel y la pantalla son formatos complementa-
rios, no necesariamente incompatibles, ni necesa-
riamente intercambiables.
El libro de papel es un objeto tangible con el que el
lector mantiene una relación diversa de la que man-
tiene con el texto digital. Vista, gusto, olfato, tacto e
incluso oído se ponen en marcha ante el libro de
papel, que se deja poseer por un lector que puede
pesar, medir, ver físicamente la extensión del libro y
la parte en que se detienen sus ojos o sus manos.La
cuestión no es qué formato es mejor, sino qué es lo
específico de cada uno, qué aporta cada uno. Libros
de papel y digitales son diferentes, compatibles,
usables en diversas circunstancias. Como lo tangi-
ble posee una particular fiabilidad, es razonable que
el libro digital reestructure el mercado del libro; no
lo es -ni deseable ni esperable- que el libro de papel
desaparezca. Ojear y hojear libros es esencial a la
lectura. La interminable lista de títulos con magnífi-
cos motores de búsqueda no puede sustituir al
encuentro personal con los volúmenes. Hay una
relación que el ojeo y el hojeo hacen posible.
Muchas lecturas se concier-
tan tras ese encuentro con un
particular texto cuyo título,
portada, elementos gráficos,
párrafos al azar, notas a pie,
etcétera, incitan.
Una cosa es encontrarse con
un libro, ser presentado a él,
decidir leerlo… y otra llevárse-
lo en un ligero artilugio para
su lectura. Una cosa es la lectura como consumo y
otra la lectura como alimento del espíritu y de la
sensibilidad. Lo sensato es que coexistan ambos
formatos, como coexisten diversos lectores y diver-
sas dimensiones de la lectura; y como conviven
editoriales y librerías con distintos fines. Hay esca-
parates con libros para entretenerse en el mundo, y
otros con libros para interpretar el mundo. Ambos
fines son legítimos. Lo dijo Horacio: o deleitar, o
enseñar, o ambas cosas.
El códice hizo más cómoda la lectura en papiro. La
imprenta facilitó la edición, pero no construyó un
nuevo objeto. El libro miniado y el impreso son la
misma cosa. La imprenta no creó un nuevo objeto:
industrializó su producción. En cambio, el libro
digital sí es un nuevo ente. La extensión cambia
sustancialmente, y precisa de elementos eléctricos
para su visionado. El libro de papel y el digital son
entes diversos. No tiene por qué uno ser sustituido
por otro.
SL
ESPECIAL
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TROA
Una cosa es encontrarse con un libro,
ser presentado a él, decidir leerlo…
y otra llevárselo en un ligero
artilugio para su lectura. Una cosa
es la lectura como consumo y otra
la lectura como alimento
del espíritu y de la sensibilidad.