Editorial
L
a editorial Reino de Cordelia ha reeditado recientemente uno de los ensayos más fa-
mosos de Oscar Wilde (1854-1900), escritor, ensayista, crítico literario y polemista donde
los haya. Su ensayo
El crítico como artista
es una apasionada defensa de la crítica literaria:
incluso llega a decir que la labor del crítico es más meritoria que la del propio artista.
Está claro que la crítica literaria sigue siendo necesaria. Cuando se publican al año más
de setenta mil títulos, no podemos pensar que todos tienen la misma calidad ni que to-
dos son grandes obras de arte. La labor de discriminar resulta complicada, pues la labor
crítica no es aséptica sino que está rodeada de factores que condicionan mucho su tra-
bajo. En primer lugar, está la actualidad, que arrasa con todo y que pone el acento exclu-
sivamente en lo que se acaba de editar y en lo que está de moda, que no es poco. Luego
están los autores de más prestigio (literario o comercial), que exigen sus dosis de esplén-
dida atención mediática; y los fenómenos de temporada o los autores que se ponen de
moda porque arrastran alguna polémica o han sido protagonistas de sucesos extralitera-
rios; y la actividad de los famosos (presentadores de televisión, actores y actrices de cine,
cantantes…), que a veces se traduce en una novela o en un libro de memorias.
Y los premios literarios, que consiguen ser citas anuales para miles de lectores que se
fían, sí, del criterio de los jurados. Y los premios institucionales y las efemérides cultu-
rales… En fin, que no se puede llegar a todo.
En esta revista salen muchas novedades y hacemos nuestra selección que, como escribió
el prestigioso crítico literario alemán Marcel Reich-Ranicki en su ensayo
Sobre la crítica
literaria
(Elba, 2015), y como sucede con el resto de la crítica, se basa en criterios emi-
nentemente individuales y subjetivos, buscando en todo momento en nuestro caso ofre-
cer a los lectores una muestra suficientemente representativa de todo lo que se publica.
Y también somos conscientes, con palabras de Reich-Ranicki, que “en cualquier caso,
conviene no sobreestimar la influencia directa de la crítica en el éxito o el descalabro,
sobre todo comercial, de algunos libros. Y consolará por igual a enemigos y a partidarios
de la crítica saber que ningún crítico –ni aun siendo un genio– es capaz de aniquilar una
obra de arte literaria que esté viva ni de dar vida a otra que esté muerta”.
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