J.L. Olaizola
relata en
La bibliotecaria de Auschwitz
la espeluznante,
valerosa, dramática y sorprendente historia de la joven
Dita y de algunas de las personas que la acompañaron.
Polonia, enero de 1944. Hay anuncio de inspección en el
barracón número 31 del campo de exterminio. Los
grupos de prisioneros judíos están canturreando en pie, a
la espera de que lleguen los guardias de las SS.
Hay miedo entre los prisioneros: los SS son tan brutales
como taimados y quisquillosos. Los prisioneros deben
guardar formación. Los nazis hacen preguntas a los
niños para sonsacarles información valiéndose de su
ingenuidad. Y por pequeña que sea, toda infracción se
castiga con la muerte. En el barracón 31, Dita Adlerova,
de 14 años, delgada y con el cabello castaño cortado en
media melena, lleva unos libros escondidos en unos
bolsillos interiores de su vestido. Su posesión está termi-
nantemente prohibida. Los nazis creen que los libros son
peligrosos e incitan a la subversión. Los SS contemplan el
lugar y ladran una de sus palabras preferidas: «Achtung!».
Se hace el silencio. Solo se escucha entonces con nitidez
que un último alemán entra en el barracón silbando la
Quinta sinfonía de Beethoven. Es un hombre que pone
nervioso incluso a sus propios compatriotas: Josef Pepi
Mengele, alias el Doctor Muerte.
En el centro del grupo de niñas, Dita se estremece, aprieta
los brazos contra su cuerpo y nota el crujido de los libros
contra las costillas. Si se los encuentran, es el fin.
Fredy Hirsch, el prisionero nombrado jefe de barracón, da
un paso al frente, a las órdenes de los SS, que emprenden el
registro de paredes, suelos y objetos. Son metódicos. El
desorden los saca de sus casillas: no se andan con contem-
placiones si alguien hace algún ruido.
Así empieza la novela escrita por Iturbe sobre el horror
nazi -basada en hechos reales-, que cuenta la vida de Dita,
una valiente niña checa que en 1944 es deportada junto a
sus padres al campo de exterminio de Auschwitz. Allí, con
la ayuda de un profesor, mantiene casi en la clandestini-
dad una pequeña escuela y una biblioteca con tan solo
ocho libros que ayudan a sobrevivir a los deportados ante
la tremenda situación de indignidad humana, hambre y
crueldad que están atravesando.
Junto a la trama central se entrecruzan otras breves histo-
rias, la mayoría trágicas, alguna de tipo sentimental. Dita
ve morir a su padre y a muchos de sus compañeros, pero
no se arredra y logra volver a su país con dieciséis años
donde poco después sufrirá la dominación soviética.
Y no vamos a desvelar más. Confiamos en que nuestros
lectores la terminen.
LIBROS CON VALORES
No vamos a negar que
La bibliotecaria de Auschwitz
es un
libro duro en el que no se ahorran detalles crudos de todo
tipo. Pero a la vez, la novela destaca los gestos de ternura,
humanidad, lealtad, superación y hasta heroísmo que
podemos brindar desinteresadamente los seres humanos
incluso en las circunstancias más dramáticas. Sin olvidar el
homenaje a la literatura, a la educación y a la cultura que
Iturbe rinde valiéndose de la figura de esta pequeña/gran
bibliotecaria.
A estos valores hay que añadirle el estético. Iturbe, coinci-
SL
A FONDO
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TROA
Maite Castillo, J.L. Olaizola, Mª Pilar Queralt y Lorenzo Silva