Selección Literaria nº55 - page 5

la Comisión antepreparatoria para el laicado, y más
adelante Secretario de la Comisión para el clero.
Cuando más tarde pidieron la publicación de su
aportación, nacieron dos libros,
Fieles y laicos en la
Iglesia
y
Escritos sobre el sacerdocio
, cuya redacción
no va dirigida al gran público –su origen lo impide–,
pero fueron muy difundidos en ambientes especia-
lizados.
En 1975 falleció San Josemaría, y Álvaro del Portillo
se encontró al frente del Opus Dei. Ya no podía
quedar en un segundo plano, pero siguió fiel a lo
que había sido su estilo de vida. Lejos de ser, como
ocurre tantas veces, alguien que pretendiera dejar
un sello propio cambiando lo que dejaba su antece-
sor, insistía una y otra vez en que la etapa que se
abría era de continuidad, de fidelidad al espíritu del
Fundador. En todo lo que protagonizó –y hubo
cosas importantes, como la erección de la Obra en
Prelatura personal, la creación de lo que hoy es la
Pontificia Universidad de la Santa Cruz, o la expan-
sión de la labor apostólica a unos cuantos nuevos
países– no dejaba de aclarar que se trataba de
iniciativas que ya había formulado San Josemaría,
cuyo fallecimiento le había impedido llevarlas a
cabo.
Como suele ocurrir en estos casos, la figura de
Álvaro del Portillo cobra su verdadero relieve
cuando ya nos ha dejado. Se conocen entonces
rasgos y episodios de su heroísmo sin que pueda
estar aquí para desviar la conversación o no dejar
que se difundan. Para unos, supone descubrir un
santo contemporáneo; para otros, simplemente se
revela en toda su magnitud lo que intuían o sabían
a medias. Para unos pocos, supone hacer justicia a
una vida de extraordinaria fidelidad que ya cono-
cían. Lo demás es sabido: la fama de santidad que
se extendió por el mundo, el proceso de beatifica-
ción que fue siguiendo todos los pasos estableci-
dos, y, ahora, su beatificación. No hace falta el don
de profecía para augurar que el proceso seguirá,
esta vez de canonización, y que no pasarán muchos
años antes de que podamos venerarle como santo.
ÁLVARO DEL PORTILLO
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