caso, la pasión con la que realizamos
estos libros va muy ligada al redescubri-
miento de autores clásicos, pues su
lectura siempre es reconfortante e
inspiradora y su publicación encaja muy
bien con la filosofía de hacer libros
perdurables, tanto en su contenido
como en su aspecto exterior.
Decía Italo Calvino en ese maravilloso y
esclarecedor texto que es Por qué leer
a los clásicos que: «Se llama clásicos a
los libros que constituyen una riqueza
para quien los ha leído y amado, pero
que constituyen una riqueza no menor
para quien se reserva la suerte de
leerlos por primera vez en las mejores
condiciones para saborearlos».
En tiempos de crisis, no solo
económica, sino de valores y pensa-
miento, la vuelta a los clásicos ha
supuesto para muchos lectores el
encuentro o reencuentro con textos y
autores que muchas veces creíamos ya
leídos, e incluso superados, pero que,
vistos con otra mirada (ya sea la del
nuevo lector, o la del lector que creía
que ya estaba de vuelta de todo),
suponen ese aire fresco que muchas
veces nos anima a seguir leyendo.
Para los numerosos editores
que seguimos apostando por la recupe-
ración de clásicos, estos no solo son el
recurso más sencillo e inmediato que
tiene el editor cuando crea una editorial
con escasos medios, sino que, con los
años, se van convirtiendo en aquello
que da coherencia al resto del catálogo,
los pilares del proyecto y aquellos
títulos a los que vuelves cuando dudas
sobre la orientación de tus publicacio-
nes y cuando quieres llegar a nuevos
lectores. En esta tarea de volver a
textos y autores ya publicados, la
manera de acercarse a ellos, la forma
de trabajar con estas obras, es lo que
diferencia el trabajo de un editor u otro.
Por supuesto, todos partimos
del mayor respeto por la obra original y
por la traducción. Este es uno de los
elementos centrales que nos animan a
rescatar libros ya publicados ya que,
con frecuencia, aunque no siempre, es
necesaria una nueva lectura, una nueva
versión de la obra, que encaje mejor
con las nuevas técnicas de traducción y
con la época en la que se va a leer el
texto. Además, uno de los elementos
más destacables que nos podemos
encontrar en las librerías es que todas,
o casi todas, las ediciones son traduc-
ciones directas. Para poder disfrutar
plenamente de un texto clásico, la
traducción es fundamental. Hasta hace
no muchos años era frecuente leer
traducciones del ruso, por ejemplo, o
de las lenguas nórdicas que no eran
directas, sino que procedían de lenguas
interpuestas, como el francés o el
alemán, de forma que si la lectura de
toda traducción, por buena que sea,
conlleva una pérdida de algo del texto
original, mucho más aún cuando la
traducción se hace de una fuente
secundaria. Afortunadamente los
lectores podemos disfrutar en la
actualidad de los mejores textos de la
literatura universal en cuidadas traduc-
ciones realizadas directamente de la
lengua original. Por eso es tan impor-
tante que aparezca el nombre del
traductor en la cubierta del libro, ya que
gracias a su oficio podemos estar lo
más cerca posible de la escritura
original. Esto parece muy obvio, pero
aún hoy no se reconoce siempre su
trabajo.
Volviendo a la
relevancia
que tiene la
manera de
trabajar de
cada editorial
cuando
decide
publicar un
clásico, en
Nórdica
decidimos
desde
nuestros
comienzos
que la mayor parte de ellos se iban a
publicar en edición ilustrada. No se
trataba, o al menos no solamente, de
publicar ediciones más cuidadas, sino de
aportar algo nuevo, de llegar a nuevos
lectores y de seducir a los ya convenci-
dos. Volviendo a Italo Calvino, este
señalaba que: «En realidad, las lecturas
de juventud pueden ser poco provecho-
sas por impaciencia, distracción,
inexperiencia en cuanto a las instruccio-
nes de uso, inexperiencia de la vida.
Pueden ser (tal vez al mismo tiempo)
formativas en el sentido de que dan una
forma a la experiencia futura, proporcio-
nando modelos, contenidos, términos
de comparación, esquemas de clasifica-
ción, escalas de valores, paradigmas de
belleza: cosas todas ellas que siguen
actuando, aunque del libro leído en la
juventud poco o nada se recuerde. Al
releerlo en la edad madura, sucede que
vuelven a encontrarse esas constantes
que ahora forman parte de nuestros
mecanismos internos y cuyo origen
habíamos olvidado. Hay en la obra una
fuerza especial que consigue hacerse
olvidar como tal, pero que deja su
simiente». Queríamos que los jóvenes
lectores se acercaran a los clásicos sin
prejuicios, uniendo al lenguaje del autor
del texto otro que podría ser más
cercano a ellos, el del ilustrador de la
«Se llama clásicos
a los libros que consti-
tuyen una riqueza para
quien los ha leido y
amado»
SL
A FONDO
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TROA