obra, que para nosotros es autor de
otro discurso, gráfico, con la misma
coherencia que la del autor del texto.
Desde el comienzo nos hemos sentido
responsables de, al menos intentar,
que los libros lleguen al público más
importante, a los jóvenes lectores, a los
lectores del futuro.
Pero nuestros libros no solo
iban dirigidos a este público joven que
creíamos que iba a encontrar algo
nuevo en textos como
¿Cuánta tierra
necesita un hombre?
, de Tolstói, o
La
maravillosa historia de Peter Schlemihl
,
de Adelbert von Chamisso (dos obras
que, por su enorme calidad literaria y
su profunda aportación moral creemos
que deben ser lectura obligatoria),
como digo, nuestros libros iban
también dirigidos a un público adulto
que quería reencontrarse con libros
queridos, con obras que ya conocían y
a las que querían volver tras años de
olvido, o bien para aquellos lectores
que no habían tenido la oportunidad
de leer obras imprescindibles, como
Bartleby, el escribiente
, o
La metamorfo-
sis
, o la poesía de Emily Dickinson, y
que al ver nuestras ediciones han
llegado a ellas y las han disfrutado.
En esta búsqueda de nuevas
formas de acercarse a los clásicos, me
parece especialmente relevante la
«
vuelven a
encontrarse esas
constantes que
ahora forman
parte de nuestros
mecanismos
internos»
complicidad que hemos encontrado
con los mejores ilustradores de
nuestro país. Ellos han creído desde el
principio en la propuesta que les
hicimos, en la que les dejábamos
libertad absoluta para crear ese
discurso propio del que ya he hablado
antes, y para nosotros ha sido un
auténtico lujo poder contemplar y
colaborar en el proceso de construc-
ción de estos nuevos libros, que son la
suma de la obra de dos creadores.
Cuando podemos, además, asistir al
enorme reconocimiento del trabajo de
estos ilustradores, como en el caso de
la reciente Premio Nacional de Ilustra-
ción, Elena Odriozola, nos sentimos
aún más reconfortados, pues vemos
que estamos en el buen camino. Suyas
son las visiones gráficas de clásicos
como
Frankenstein
,
Cenicienta
o la,
mencionada anteriormente,
¿Cuánta
tierra necesita un hombre?
En conclusión, con Aldo
Manuzio volvemos a reivindicar los
oficios del libro, muchas veces pocos
visibles, pero imprescindibles para que
el libro llegue del autor/ilustrador al
lector pasando por el traductor,
maquetador, corrector, editor, impre-
sor, distribuidor y librero, entre otros.
Con esta filosofía seguimos trabajando,
más de 500 años después.
A FONDO
SL
TROA
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