—Libros de la autora
La austeridad y el esfuerzo son un marco
ideal para la invención y la creatividad.
Steve Jobs no vivía en la opulencia, más
bien en la austeridad. De hecho, tanto era así que
tuvo que dejar la universidad porque sus padres no
podían asumir el coste de sus estudios. Seguía
yendo a clase como «oyente» (sin reconocimiento de
los créditos que correspondían a esas asignaturas)
por no poder pagar la matrícula. Por cierto, una de
las asignaturas a la que asistió fue caligrafía. En su
ya mítico discurso de Stanford, dijo que esa asigna-
tura había sido clave en el diseño de la tipografía del
primer Mac. Como tampoco podía pagar la estancia,
dormía en el suelo de los dormitorios de sus amigos
y devolvía botellas de refrescos para poder comprar-
se la comida, además de asistir a comedores sociales
semanalmente.
Cuando Steve Jobs y su socio Steve
Wozniak (el amigo y vecino con el que había compar-
tido durante su infancia y su adolescencia su pasión
por el diseño electrónico) inventaron la primera
computadora, no tenían dinero para comercializarla.
Tanto es así que tuvieron que vender su camioneta y
su calculadora programable HP, respectivamente.
A veces pensamos que ser emprendedores
es consecuencia de «inculcárselo» a nuestros hijos.
¡Nuestros hijos nacen como pequeños emprendedo-
res! Nacen con un deseo innato por conocer,
investigar y entender el mecanismo natural de lo
que los rodea. Si el niño se encuentra en un entorno
favorable, esa motivación interna podrá, eventual-
mente, convertirse en una motivación trascendente,
si el niño encuentra, por ejemplo, una manera de
poner sus talentos al servicio de los demás. Cuando
un niño está saturado por los estímulos del
entorno, se adormece su deseo de conocer y
deja de desear. Pasa de ser un pequeño
emprendedor a un gran consumidor.
A veces pensamos que el genio es
una especie de milagro que cae del cielo, o
un talento durmiendo que se despierta
pagando la matrícula de una actividad
extraescolar. Es una visión poco realista, no
solo del niño, sino del ser humano, a la que
los neuromitos han contribuido en gran
medida. Buscamos la perfección en el lugar
y de la forma equivocada. Las cosas cuestan
y son lentas. No hay «inglés fácil» e «inteli-
gencia repentina». Hablar un idioma es
arduo, y tocar un instrumento requiere
paciencia, porque son horas y horas de
práctica. Y nunca sale a la primera. Como
decía Henry van Dyke, «habría silencio en los
bosques si solo cantaran los pájaros que
cantan bien». Las cosas más valiosas se
adquieren pasito a pasito, y hay que atrever-
se y equivocarse para aprender. No hay
fórmulas mágicas, no hay atajos. Y entonces,
preguntémonos: ¿no podríamos achacar la
cultura generalizada de falta de esfuerzo en
nuestros hijos a esas falsas creencias de
perfección fácil y exprés? ¿Qué mensajes
damos a los niños que están en edad de
escolarización cuando les decimos que
pueden aprender «divirtiéndose» con una
tableta, y que es «así de fácil»?
La realidad es un buen punto de
partida en la educación, porque nos da la
El esfuerzo,
la austeridad
y la sencillez
Catherine L´Ecuyer
Extracto del libro
“Educar en la realidad”
«¿Cómo puedo hacer una escultura? Simplemente retirando del
bloque de mármol todo lo que no es necesario.»
Miguel Ángel Buonarroti
«La perfección se consigue, no cuando no haya más que añadir,
sino cuando no hay nada más por quitar.»
Antoine de Saint-Exupéry
SL
EL ESFUERZO, LA AUSTERIDAD Y LA SENCILLEZ
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TROA