SL
DESTACADO
14
TROA
U
n día de otoño, un grupo de diez jóvenes, la mayoría de
los cuales “llevaban apellidos que significaban algo en la
historia de Nueva York”, estaban reunidos en esta ciudad
para celebrar con una cena el vigesimoquinto cumpleaños
de Monty Brewster, el miembro más popular del grupo
autodenominado “Retoños de los Ricos”. Monty era
huérfano y vivía de un modesto empleo en el banco del
que su abuelo paterno era presidente del Consejo de
Administración. Las relaciones con el nieto eran cordiales
pese a que, nacido de un matrimonio que le había
contrariado profundamente, el ancianomultimillonario no
le mantenía económicamente. Hijo de ricos, aunque de
escasos recursos personales, el protagonista aceptaba
alegremente su situación, sin mayores inquietudes, al
menos hasta el momento en que se inicia el relato.
Después de la cena, ya de madrugada, cuando la
celebración estaba a punto de finalizar, un tanto
impregnados de alegría alcohólica todos los presentes,
Monty recibe la noticia de que su abuelo acaba de fallecer
repentinamente. Dos días después la lectura de su
testamento le informa de que el difunto le ha dejado un
millón de dólares como herencia, cantidad que, a
comienzos del siglo XX cuando transcurre la acción,
representaba una suma muy considerable.
Monty abandona su puesto en el banco y se dispone a
encarar con calma su nueva situación. Sin embargo, la
tranquilidad que proporciona el dinero le dura poco.
Pasados cuatro días, recibe la sorprendente carta de un
despacho de abogados en la que se le informa de que su
único tío materno, soltero, al que apenas conocía, ha
fallecido también y le ha nombrado heredero de sus bienes
por valor de unos siete millones de dólares.
La noticia le presenta dos caras, una buena y otra mala: la
buena es lo elevado de la herencia; la mala se refiere a las
condiciones impuestas por el testador para que pueda
cobrarla. La peor de todas es que se haría efectiva un año
después de recibir la notificación y al final de ese plazo
improrrogable, Monty no debería disponer de ni un
centavo, ni poseer ningún tipo de bienes (joyas,
inmuebles, acciones) a su nombre o que pudiera reclamar
como suyo posteriormente. Además, nadie más que él
mismo, los abogados y el albacea, un millonario amigo
del difunto, podría conocer la existencia de este legado.
En definitiva, Monty se veía obligado o bien a rechazar los
sietemillones o a emprender la tarea de desprenderse del
millón disponible en el plazo de 365 días, ni uno más.
Para quien está habituado a subsistir con sobriedad, la
disyuntiva encierra sus dificultades. Sin embargo, el
animoso joven decide aceptar el reto de su pariente, quien
desea que su sobrino no conserve, si aspira heredar sus
millones, ni un solo bien material procedente del abuelo
paterno, el hombre que consideró a su hermana indigna
de ser su nuera.
Sitiado en medio de una pintoresca pelea de familia,
Monty se arriesga a perder una fortuna y a no llegar a
conseguir la otra, aunque, para una persona que había
carecido de recursos ésta es una apuesta muy tentadora
y con poco que perder. Todo lo más se queda como
estaba si fracasa y si gana…
Tras este planteamiento argumental, el autor desarrolla
el nudo de la acción a base de narrar los creativos
esfuerzos que la imaginativa mente del protagonista
desarrolla para liquidar un millón de dólares a plazo fijo.
El ambiente en que ha crecido le proporciona abundantes
pistas sobre personas que pueden ayudarle a convertirse
en indigente. Alguna idea, como suscribir un elevadísimo
seguro de vida, es rechazada por el albacea pero nada
tiene que objetar al alquiler de una vivienda lujosa, muy
Los millones de Brewster
Por Pilar de Cecilia