TOP LIBRO
SL
TROA
15
Los millones de Brewster
George Barr McCutcheon
Alba
Colección: Rara Avis
304 págs.
18,00 €
cara, y de la compra de varios coches potentes, al pago
de altos salarios a empleados domésticos o a que invite
a sus amistades a un costoso crucero en yate.
Este insólito tren de vida, ajeno a las costumbres
conservadoras de las grandes familias de la época,
despierta inquietud primero y provoca rechazo después
en su entorno. Monty, convertido en despilfarrador
extravagante, es considerado “un chalado, un memo y
casi un delincuente”. Las apariencias no le favorecen y las
pruebas son abrumadoras. Mientras comete todo tipo de
extravagancias, que ni siquiera le divierten, su novia le
rechaza, sus amigos no comprenden cómo ha cambiado
tanto y todo el mundo habla mal de él. Y lo peor es que
no puede justificarse, ante la necesidad de mantener el
secreto de la herencia supermillonaria.
El autor parece haberse divertido escribiendo una novela
en la que pone de manifiesto que si es difícil sobrevivir
sin dinero, también lo es gastarlo de forma desmedida.
Con un sentido del humor contagioso, consigue hacer
partícipe al lector de las penalidades a las que se somete
Brewster para cumplir las condiciones de pobreza
absoluta previas a convertirse en un hombre muy rico.
Las situaciones, que se suceden con ritmo ágil, están
ingeniosamente concebidas y su ambientación es
impecable en su propósito de reflejar el absurdo y la falta
de sensatez que presupone una existencia ociosa y
despilfarradora. Aunque el efecto es muy cómico y
proporciona una lectura relajante, el contenido de la
obra es más profundo de lo que pudiera parecer en
principio.
Escrita con estilo amable y ligero, muy acertadamente
traducido en esta edición de la novela, publicada en 1902,
tuvo un gran éxito de ventas y ha sido llevada al cine en
varias ocasiones. Para que en su elaboración no falte
ningún detalle de humor, se sabe que el autor la escribió
tras apostar cien dólares con el editor a que podía repetir
el éxito de su libro anterior si la publicaba con
pseudónimo y firmó como Richard Greaves. Con insólita
humildad, hizo esta apuesta para demostrar que la obra
es más importante que quien la escribe.
Un tanto más a favor de este buen novelista esta-
dounidense, nacido en Indiana en 1866 y fallecido en
Manhattan en 1928.
