«Si leer es
un placer,
releer es
un placer
doble.»
cuestión; siempre “sí” en caso de la relectura
de un libro. En otras palabras, leer una
crítica o un comentario antes de leer un libro
es poner una especie de pantalla entre
nosotros y el libro, es comprenderlo a través
del pensamiento de otro; en cambio, no hay
que releer nunca un libro sin haber leído
una o varias opiniones de otros lectores,
para no quedarse encasillados en una
primera y, a veces falsa, impresión.
Los escritores oscuros
¿Vale la pena leer autores difíciles,
oscuros? Émile Faguet lo recomienda,
siempre y cuando se haga de verdad, y no
diciendo que son “exquisitos”, sin atreverse
a confesar que no se les comprende nada.
Hay lectores que disfrutan con este tipo de
textos que los atraen como un misterio o un
abismo, excitan su curiosidad. Y también es
verdad que
la lectura de los autores
difíciles es un buen ejercicio para vencer la
pereza intelectual.
Les mauvais auteurs
¿Qué utilidad y qué placer se puede
sacar de la lectura de los libros malos? Con
cierta picardía, Faguet nos dice que
leer a un
autor malo es un placer malsano del que
no hay que abusar.
En primer lugar, halaga
nuestro ego al sentirnos superiores y
también produce una cierta catarsis. Pero
sólo se justifica si se trata de un autor muy
en boga al que hay que desenmascarar. En
segundo lugar, puede ayudar a formar el
gusto, pero con la condición de haber leído
muchos libros buenos. En fin, leamos un
poco a los malos autores para saborear
mejor a los buenos.
Releer
¿Hay que volver a leer? Émile Faguet
no lo duda: si leer es un placer,
releer es un
placer doble.
¿Por qué releer? En primer
lugar, para comprender mejor, lo que es
fundamental en el caso de los libros de
ideas. Sólo releyendo nos fijamos en los
detalles, en los ejemplos, en la letra
pequeña, en el estilo. Pero, más importante
todavía, al releer nos comprendemos mejor
a nosotros mismos. Releyendo nos damos
cuenta de las pérdidas y de las ganancias de
nuestra inteligencia, de los altibajos de
nuestros sentimientos.
Releer,
dice Faguet
con una frase preciosa,
es como si leyéra-
mos nuestras propias memorias sin
haberlas escrito.
Los enemigos de la lectura
Finalmente, el erudito francés dedica
un pequeño apartado a los enemigos de la
lectura. Podríamos pensar que este capítulo
es el que más ha envejecido, ya que nos
imaginamos que las condiciones de lectura
eran bien distintas hace un siglo. Ingenua-
mente diríamos incluso: “no había enemigos
de la lectura en tiempos del profesor Faguet
o al menos nada comparable con ahora”.
Pues no: nuestro ensayista ya se quejaba de
que la literatura se había vuelto una
actividad conventual, donde el autor - una
especie de nuevo monje- escribe para un
pequeño círculo de iniciados. Porque, he
aquí su razonamiento tan válido entonces
como ahora, el enemigo de la lectura es la
vida misma.
La vida no es lectora, no es
contemplativa.
Trabajo, obligaciones
familiares, deporte, viajes, pero también y
quizás en mayor medida, amor propio,
ambición, celos, avaricia, rivalidades, luchas
locales; todo lo que hace la vida agitada y
violenta, entra en conflicto con el acto de
leer. Si una persona lee mucho es signo de
que no es ambiciosa, de que no le gusta
estar largo tiempo fuera de su casa, de que
no tiene la pasión de los viajes, de que no
está atormentada por la política (en cuyo
caso sólo leería periódicos), de que no le
gusta cambiar de sitio permanentemente. El
profesor Faguet no nos indica ningún
remedio seguro y eficaz contra esos
enemigos. Deja al lector avispado buscar su
propia manera de luchar con su vida y
encontrar tiempo para leer. Eso sí, nos
advierte de que si no leemos, tendremos
una vejez triste, porque los libros son
nuestros últimos amigos, que no nos
abandonan y sobre todo no nos reprochan
que envejecemos.
EL ARTE DE LEER
SL
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TROA