“En todo caso,
las responsabi-
lidades las
atribuimos a
otros: nuestros
parientes, el
jefe, los subor-
dinados o los
colegas, os
vecinos, el
Ayuntamiento…
a menudo entes
abstractos como
el Estado, el
Sistema (que
debe ser un
señor gordo,
bien trajeado),
las Empresas, o
la Banca (este
también es
gordo y con
chistera). ”
Todos somos responsables
Me gusta un principio que publicó
la Comisión Europea hace unos años:
“las empresas son responsables de sus
impactos en la sociedad”. También
nosotros, los ciudadanos de a pie,
somos responsables de lo que hacemos
en el trabajo y en el descanso, en la
familia, con los amigos y en las relacio-
nes sociales. Claro que la gran mayoría
de nuestras acciones no tienen
especiales repercusiones, pero algunas
sí generan responsabilidades legales,
como cuando mi perro muerde a un
vecino, o responsabilidades morales si,
por ejemplo, cuento a mis amigos una
historia falsa, que hace quedar mal a
otro.
Las reacciones de nuestros
conciudadanos ante las responsabilida-
des son muy variadas. En un extremo
están los que no las reconocen: “yo no le
debo nada a nadie”. Esto cuadra con la
mentalidad individualista, utilitarista y
hedonista de nuestro tiempo, pero no se
sostiene. ¡Debemos tanto a tantas
personas! Quizás lo que pasa es que no
queremos poner en práctica la recomen-
dación del Papa Francisco, de decir
muchas veces, cada día, “permiso,
perdón y gracias”.
En todo caso, las responsabilida-
des las atribuimos a otros: nuestros
parientes, el jefe, los subordinados o los
colegas, los vecinos, el Ayuntamiento… a
menudo entes abstractos como el
Estado, el Sistema (que debe ser un
señor gordo, bien trajeado), las
Empresas, o la Banca (este también es
gordo y con chistera). Un empresario me
decía hace unos días, hablando de la
corrupción: la culpa no es mía, todo está
montado para que tengamos que pagar.
Y, claro, él paga. Y se lleva los contratos
públicos con sus correspondientes
beneficios. Y, claro, él, pobre, no tiene la
culpa. Hasta que reciba una notificación
de la Fiscalía Anticorrupción, que le
explicará qué significa ser cooperador
de un delito…
Otros convierten todas las
responsabilidades en un asunto
económico, como los que esperan a la
puerta de Urgencias de los hospitales
para convencer a los que han sufrido un
accidente que denuncien, a ver si
pueden cobrar algo: las responsabilida-
des que no pasan por caja no merecen
la pena. Otros airean el lema de “tengo
derecho a…”, lo que llaman un derecho
suele ser una simple preferencia pero,
con la colaboración del Parlamento o del
Ayuntamiento, implica que alguien debe
asumir la correspondiente responsabili-
dad. Los derechos son míos, las
obligaciones, de otros.
Y a un paso de estos están los que
afirman que todos somos responsables
de todo: por ejemplo, del cambio
climático. Pero, afirman luego, ¿qué
puedo hacer yo, un simple ciudadano
perdido en una pequeña ciudad…?
Bueno, me siento responsable de todo,
pero, claro, no hago nada. Mis responsa-
bilidades acaban en un encogerse de
hombros, eso sí, muy indignado porque
“alguien” no está haciendo lo que
debería.
A menudo nos tomamos en serio
lo de las responsabilidades para no
correr riesgos. La ley, por favor, que me
diga claramente lo que puedo hacer y lo
que no. Mis asesores fiscales me dicen
que esta maniobra es bastante segura,
pero no me gustaría aparecer en los
periódicos como un evasor. La parte
divertida de la vida es disfrutar de lo que
me gusta; la parte desagradable es un
listado largo (y caro) de responsabilida-
des que me obligan a cumplir. Al final del
día, quiero tener todas las casillas
cubiertas con un “cumplido”. Lo último
que quiero es enfrentarme a mi imagen
en el espejo, mientras me lavo los
dientes antes de ir a dormir, y tener que
preguntarme: ¿de verdad he hecho hoy
lo que debía hacer? ¿He cumplido todas
mis responsabilidades? La respuesta va
a ser, sin duda, que no, porque los
humanos somos así, limitados,
inconstantes… Pero después de hacer
ese examen de conciencia, de pedir
perdón y de proponerme hacerlo mejor
mañana, me parece que dormiré mejor,
porque, al menos, sigo siendo una
persona responsable, al menos en
potencia.
“Responsables de nuestros
impactos en la sociedad”. Del servicio
que hacemos en nuestro trabajo, de la
alegría que extienden nuestros hijos, de
la sonrisa de aquel enfermo cuando le
visitamos, del buen rato que hacemos
pasar al vecino cuando le contamos algo
divertido… Y de los residuos orgánicos
que deja nuestro perro en la calle, y del
ruido de la tele por la noche, y de los
Antonio Argandoña
Hoy me siento responsable
o quizás no
Emeritus Professor, “la Caixa” Chair of Corporate Social Responsibility and
Corporate Governance IESE Business School
E
n mis tareas en la Cátedra “la Caixa” de Responsabilidad
Social de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE
Business School me hacen frecuentemente preguntas
como ¿de qué es responsable mi empresa? Yo les suelo
decir que no se trata de algo exclusivo de las empresas:
todos tenemos responsabilidades.
SL
A FONDO
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