su cauce y conocen sus fuentes, y los
regatos de que se alimenta, y sus
afluentes, y saben de otras ciudades
que se alzan a sus orillas, y las han
visitado muchas veces. Y se han
convertido en hábiles navegantes y el
río deviene su obsesión. Y viven y
mueren en el río.
Siempre hay voces que avisan, agorera-
mente, de que el río se secará algún día,
y de que hay otros modos mejores de
alimentarse y deleitarse. Pero llevan
siglos diciendo lo mismo y el río sigue
allí, inmutable, excavando cada vez más
hondo en su lecho, y trayendo en cada
deshielo sedimentos nuevos, renován-
dose y siendo a la vez el mismo siem-
pre.
Somos afortunados de poder desvelar
la magia de sus signos. Iniciados.
Conscientes del poder de las veintisiete
letras, del poder que opera en nosotros,
del hechizo. Todas las voces del mundo
se pueden reducir a esa sencilla
matemática, que nunca se agota.
Y somos, asimismo, privilegiados de
poder aportar algo a su historia, a la
historia de ese río, a la historia de ese
libro. No sabemos sin nuestra aporta-
ción será realmente fructífera, y si
llegará a convertirse, en palabras de
Thoreau, en «herencia de generaciones
y naciones», o si se perderá en la
corriente, y nunca jamás volverá a ser.
Letras que se lleva el tiempo y ecos que
se difuminan. Pero nos sentimos parte
de una misma comunidad más o menos
explícita, más o menos secreta, y
habitantes de la misma ribera.
Haré mías, para concluir, las palabras
de mis compañeros de Contexto, una
asociación de jóvenes editores del que
forma parte Impedimenta (junto con
Libros del Asteroide, Nórdica, Periférica
y Sexto Piso) cuya andadura sería muy
diferente, me temo, sin el apoyo
constante y militante de tantas y tantas
librerías del grupo Troa. Estas palabras,
estos propósitos, en cierto modo,
resumen nuestros particulares «valo-
res», nuestro norte y conforman
nuestro credo. Sabemos que hay
lectores (cada vez más) dispuestos a
leer buenos libros, por ello rechazamos
los discursos victimistas.
Creemos que un editor es un lector
apasionado y también un lector crítico.
Un editor y también un librero, es
alguien que «recomienda», un lector
apasionado que quiere compartir lo
que antes leyó.
Creemos que editar y vender libros es
comunicar dos territorios, que hay que
conseguir que los puentes entre esos
territorios sean únicos, reconocibles,
con huella.
Sabemos que el buen editor y el buen
librero es terco, es decir, pertinaz,
obstinado e irreducible. Es perseveran-
te. Y no tiene prisa. Por eso muchas
veces el editor publica aquello que sabe
que venderá dentro de mucho y no
ahora mismo.
Creemos en la importancia del libro
como «objeto», en la importancia de su
diseño, de su legibilidad, de su durabili-
dad. Creemos en el libro «único», es
decir, en la singularidad de cada
proyecto editorial, una singularidad
muchas veces asentada contracorrien-
te, pero siempre atenta a la lógica que
unen al mejor editor posible y al mejor
lector posible, que se encuentran en un
solo libro: en el libro que los une.
Sabemos que nuestra única garantía de
supervivencia es la excelencia y que
esta pasa por la profesionalidad y la
honestidad. Profesionalidad que
demostramos haciendo las cosas mejor
que nuestros competidores y honesti-
dad ante el lector que se debe reflejar
en todo cuanto hacemos: contención en
el número de novedades, calidad de los
libros que publicamos, y sinceridad en
nuestra comunicación con todos los
sectores del libro.
Conocemos y valoramos como editores
los distintos oficios del libro, y por eso
cuidamos a quienes los llevan a cabo:
traductores, maquetadores, correcto-
res, diseñadores…, hasta llegar al
distribuidor y el librero. Estos sectores
no pueden estar enfrentados nunca.
Abogamos por la complicidad, por el
entendimiento, por las causas comu-
nes.
Sabemos que la mejor edición se
construye sobre un continuo ejercicio
de memoria literaria: sin dejar de
pertenecer al futuro, no podemos
olvidar a los autores del pasado, no
podemos olvidar la tradición.
Sabemos, para acabar, que trabaja-
mos en un tiempo de incertidum-
bres, pero, como editores, es decir,
como lectores, sabemos que de ese
tiempo de preguntas nacen siempre
interesantes respuestas.
Somos
editores que nos preguntamos a diario,
que a diario reflexionamos sobre la
tarea que acometemos, la profesión
que hemos elegido. Ello, creemos,
ofrece una garantía: nunca nos confor-
maremos, o lo que es lo mismo: nunca
desistiremos. Pues sabemos también
que la edición es resistencia, y que
necesita de algo que vamos construyen-
do día a día: el entusiasmo, que, como
dijera el clásico, es siempre el mejor
compañero si va aparejado con el rigor.
PREMIO TROA
SL
TROA
13