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“Y

se echaron a reír y se sentían muy amigos los

tres, Anna, Emanuele y Giustino y se sentían felices de estar

juntos, acordándose de sus difuntos y de la guerra

interminable y del dolor y el calor y pensando en la difícil y

larga vida que les quedaba por recorrer, llena de cosas que

aun no habían aprendido”.

Así concluye esta magnífica novela que relata la

historia de una familia del norte de Italia, en la época del

fascismo, hasta el final de la segunda guerra mundial. La

muerte del padre, el suicidio del hermano mayor, las bodas

de las hijas y toda una serie de grandes y pequeñas inciden-

cias domésticas, forman un entramado en el que el desarro-

llo de la lucha armada y las actividades de la resistencia

antifascista están siempre presentes, aunque vistos desde

una perspectiva tangencial.

La obra, fechada en 1952, es la primera novela larga de

Natalia Ginzburg (1916-1991), y en ella se unen la crónica

realista de una época trágica y la intimidad cotidiana de los

personajes, llena de matices delicadamente poéticos. El estilo

indirecto, con total ausencia de diálogos, está empleado de

forma tan hábil y sugerente que no cae en la monotonía, sino

que cobra un tono íntimo discreto que se dirige a quien lee

como si se le hiciera una amistosa confidencia. Con su

aparente sencillez, la historia de unas vidas a las que no les

ocurre nada especialmente relevante se convierte, por el

camino de la auténtica literatura, en una atrayente parábola

narrativa de la belleza y el dolor que el paso del tiempo

encierra.

Los protagonistas, huérfanos, a sus pocos años, de

auténticos y sólidos principios y zarandeados por la violencia

de la guerra, viven a la deriva y sufren su destino sin acabar

de entenderlo. La autora, sin opinar, describe el panorama

humano que ella misma vivió con algunos toques de humor,

un evidente antibelicismo y una condena del antisemitismo,

pero sin estridencias ni amargura, con elegancia y contención

formal.

La prologuista del libro, Elena Medel, afirma “Qué

sencilla la prosa de Natalia Ginzburg, con qué palabras

nuestras –las de la conversación, las del secreto –entrelaza

sus secretos. Qué compleja, a la vez, a la hora de hilar varias

novelas diferentes –la emocional, la social- en una misma

novela, tan clara como

Todos nuestros ayeres.”

Natalia Ginzburg

cuyo nombre original era Natalia Levi, de quien se

cumple el centenario de su nacimiento, nació en

Palermo (Italia) el 14 de julio de 1916 y falleció en

Roma el 7 de octubre de 1991. Novelista, ensayis-

ta, dramaturga y política, pasó buena parte de su

vida en Turín. Tanto su padre como varios de sus

hermanos fueron procesados por ideas antifascis-

tas. Contrajo matrimonio con el profesor de

Literatura, Leone Ginzburg. En 1933 publica su

primer cuento titulado

Los niños

en la revista

Solana. Su primera novela,

El camino que va a la

ciudad

, ve la luz en 1942. Tras diversas vicisitudes

y la deportación sistemática de los judíos, su

marido es detenido y torturado hasta la muerte.

Natalia retoma su tarea

literaria, ya en Roma, que le

otorgaría algunos premios

como el Viareggio, el Strega o

el Via y vuelve a casarse con

el profesor Gabriele Baldini,

especialista en literatura

inglesa. Ella continúa

escribiendo, cada vez más

centrada en describir el

mundo de las relaciones

familiares. También destacó

como ensayista y autora de

comedias teatrales y

traductora.

Todos

nuestros

ayeres

Natalia Ginzburg

Lumen

360 págs.

20,90 €

Italo Calvino

dijo de

la autora:

“El placer de

Natalia es contar

historias

familiares que

son, o podrían

ser, las nuestras”

SL

TROA DESTACA

6

TROA