Selección Literaria Nº64 - page 19

A FONDO
SL
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TROA
ver con el libro. ¡Este
curso 2016-2017
vivamos rodeados de
libros!
Leer en voz alta
Este lugar
acogedor que hemos
preparado en nuestra
casa para la lectura
debe invitar al silencio,
aunque, curiosamente,
la lectura no siempre
fue silenciosa. Hasta el
siglo IV d.C., la lectura
debía oírse, un texto
debía pronunciarse,
decirse. Hay muchas
expresiones que
perduran en el lenguaje
de hoy y que dan fé de
esta situación: “me
suena”, “se habla de”,
“la voz del autor”, etc.
En la Edad Media había
poca gente que supiera
leer, por lo que los
mismos escritores
escribían para ser
leídos en voz alta. La
costumbre de la lectura
“pública” se fue
perpetuando, siglo tras
siglo, desde los
refectorios de los
monasterios hasta las
plazas de los pueblos y
ciudades, desde la
cerrada corte japonesa del siglo X en la que
las damas sufrían de ociosidad y se
escribían sus propios libros, hasta las
tabaquerías de Cuba a finales del siglo XIX,
donde un lector amenizaba la labor de sus
compañeros con la lectura de periódicos,
revistas y libros elegidos por los propios
obreros. Fascinados con las peripecias de
Edmundo Dantés, convertido a su regreso
de la prisión en el conde de Montecristo,
los tabaqueros no dudaron en escribirle a
Alejandro Dumas para que autorizase que
los puros que iban envolviendo llevaran el
nombre de su héroe. También en las
familias burguesas instruidas se leía en
común.
Jane Austen
recuerda cómo leían
tanto su padre como su hermano mayor,
James. Los Austen poseían una bonita
biblioteca para la época (unos 500 volúme-
nes) y las lecturas se elegían de común
acuerdo y se comentaban. Escuchar leer ha
sido, pues, y sigue siendo una actividad
muy provechosa: ocupa la mente ahuyen-
tando el aburrimiento y el tedio, instruye,
crea una atmósfera de compañerismo y
comunión. Podemos proponérnosla como
parte de nuestros pasatiempos en este
curso: leer un rato por la noche en familia
en vez de pelearse por el mando de la
televisión; leer en una pausa en el trabajo
en vez de despotricar del jefe; leer a un
amigo enfermo; leer a nuestra vecina
mayor del piso de arriba…
La lectura sileciosa
Pero, a pesar de sus grandes
ventajas, la lectura en voz alta, la lectura
compartida, pública, no deja de quitarle al
libro, y al lector, parte de su libertad.
Parece que el primer lector “silencioso”
de la Europa occidental fue
san Ambro-
sio
, obispo de Milán.
San Agustín
, al
verlo, no dudó en imitarlo. A mediados
del siglo VII,
san Isidoro de Sevilla
recomendaba la lectura silenciosa por
sus grandes beneficios: “Es más
agradable a los sentidos la lectura
silenciosa que la entonada, ya que el
entendimiento se instruye mejor cuando
la voz del lector descansa y la lengua se
mueve en silencio. Pues, al leer distinti-
vamente, el cuerpo se fatiga y se debilita
la agudeza de la voz”. El arzobispo creía
que la lectura hacía posible la conversa-
ción con los ausentes a través del
tiempo y del espacio. Es como si, al leer,
miles de otros lectores anteriores a mí
se asomaran por detrás de mi hombro.
Leyendo prolongamos un pensamiento y
unas ideas que nos han precedido y los
entregamos a los que nos continúan. De
alguna manera, participamos en un acto
creativo que sigue abierto mientras haya
lectores como nosotros. Como decía
Virginia Woolf
en 1926, hablando de
cómo debería leerse un libro: “Sería un
objetivo digno de alcanzar que los libros
llegaran a ser más profundos, más ricos
y variados, gracias a nosotros”.
¿Qué tal si, en este curso 2016-2017,
reservamos un poco de nuestro tiempo
para gozar, en silencio, de un buen
libro? Desde la Fundación Troa nos
encantaría ayudarle a llenar de buenas
lecturas el curso que acaba de empezar.
“No olvidemos
que los libros,
además de
tener su propia
historia, son
testigos de la
nuestra.”
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