Selección Literaria Nº64 - page 25

D
ecía el filósofo y científico
francés Blas Pascal que todos los
conflictos que acontecen en el
mundo provienen de que los
hombres no saben permanecer
tranquilos en su aposento. Pero ¿qué
podía hacer una persona en su
habitación, allá por el siglo XVII,
cuando Pascal escribía sus Pensa-
mientos? Porque no disponían de
televisión, ni de ordenador, ni de
teléfono móvil. Sólo les cabía leer. La
lectura tiene un efecto benéfico
inmediato. Mientras uno lee, no se
molesta al prójimo, ni los poderosos
le incordian a uno. Pero hay mucho
más.
«Leer nos serena»
Que sea una actividad tranquila
no se debe únicamente a que,
mientras se lee en silencio, no se
molesta a nadie, ni –con un poco de
suerte– tampoco a uno le perturban.
Además de no intranquilizar ni ser
intranquilizado, leer nos aquieta, nos
serena. Adoptamos una actitud
contemplativa, en la que sólo nos
interesa conocer lo que el autor dice,
la teoría que expone, la historia que relata, la emoción que
expresa. Si alguien llega a casa agitado de su trabajo, una de las
mejores maneras de calmar el ánimo es tomar un libro entre las
manos y dejar que la vista recorra las líneas impresas. Poco a
poco el texto reclama nuestra atención, y ya no pensamos en
nuestras cuitas, sino que nos incorporamos a la corriente
narrativa, que es como un río que nos lleva. Y vivimos las vidas de
los protagonistas del relato, dirigimos los ojos a la realidad con el
autor del ensayo o vibramos con las intuiciones del poema. Como
dice el poeta
Pedro Salinas
: «Leer es vivirse reviviendo».
«Leer nos ayuda a salir de la subjetividad y el egoismo»
Esta forma de «dejar ser» a algo que nos supera y nos
envuelve implica una postura benevolente, una salida de la
subjetividad, para identificarnos con las cosas mismas, con los
personajes que adquieren vida en el libro que leemos. Ha cesado
toda motivación egocéntrica. Cuando, de niñas o niños, devorába-
mos un relato de aventuras, nos metíamos en el papel del héroe y
corríamos con él toda suerte de peligros. Después nos aficiona-
mos a las novelas policíacas, y la indagación de quién había sido
el autor del crimen nos mantenía en vilo hasta que llegábamos a
la develar el enigma. Si leíamos un libro de viajes por paisajes
remotos, era aquello mismo –el Polo Sur o las selvas amazónicas–
lo que nos atraía. La lectura es desinteresada y libre. «La atmósfe-
ra de esta amistad –escribe
Marcel Proust
– es el silencio, más
puro que la palabra (…) Además el silencio no lleva (…) la marca
de nuestros defectos, de nuestros fingimientos. (…) Entre el
pensamiento del autor y el nuestro no se interponen esos
elementos irreductibles, refractarios al pensamiento, de nuestros
LEER Y VIVIR
Otro modo de pensar
Alejandro Llano
Entre 1981 a 1989 fue Decano de la Facultad de Filosofía y letras de la Universidad de Navarra y en 1991 fue
nombrado Rector. Desde el 2000 es Presidente del Instituto de Antropología y Ética de esta Universidad, además, de ser uno
de los impulsores del Instituto Empresa y Humanismo.
A FONDO
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TROA
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