España en
el siglo XIX
«La historia
de España es
una historia
de infinitos
sucesos.»
José Luis Comellas
N
o hay dudas de que el siglo
XIX desempeña un papel fundamen-
tal en el conjunto de nuestra historia.
Contempla el paso de un régimen de
plena soberanía real a un sistema de
liberalismo y democracia, con los
condicionantes sociales, económicos
e institucionales que eso significa. En
efecto, el XIX comienza virtualmente
con las
Cortes de Cádiz
, que deciden
la separación de poderes y la
creación de un parlamento que
conserva el nombre de Cortes, pero
que es elegido por los ciudadanos y
elabora las leyes. Esas Cortes
declaran también cuáles son los
derechos fundamentales del pueblo
y de la sociedad. El siglo XIX vivirá así,
con distintos avatares, la realidad de
lo que se llama el Nuevo Régimen.
Otra característica que cabe
destacar, porque resulta decisiva, es
la pérdida de un inmenso
imperio
colonial
, desde California hasta
Patagonia, que desea también vivir
su libertad. La emancipación de
América es un hecho de fundamental
importancia geopolítica: supone el
nacimiento de veinte naciones
nuevas, y la pérdida por parte de
España de sus inmensos recursos. El
país queda, en el siglo XIX, más pobre
y más aislado, sin apenas política
exterior definida. Desde ese momen-
to, la historia de España se limitará a
explicar lo que ocurre dentro de
nuestro país, y poco más.
Pero en nuestro escenario se
suceden muchas cosas: cambios de
gobierno (ciento treinta en cien
años), movilizaciones de nuevas
fuerzas, inquietudes, desórdenes, y
unas cuantas guerras civiles. La
historia de España es una historia de
infinitos sucesos, capaces de marear
a cualquier lector. Más que en narrar
detalle por detalle, en esta Historia
de España en el siglo XIX me he
esforzado en explicar lo que ocurre,
tratando de encontrar sentido a los
hechos y a las realidades consiguien-
tes. Distingo sobre todo dos “explo-
siones”, dos conjuntos de sucesos
que, a mi modo de ver, lo transfor-
man todo: por un lado, el periodo de
la
Crisis del Antiguo Régimen
, con la
guerra de Independencia, las Cortes
de Cádiz, las luchas entre liberales y
realistas, y una terrible crisis
económica -tal vez la mayor de
nuestra historia-, provocada simultá-
neamente por dos tremendas
guerras (en España y en América) y
por la dramática falta de recursos; y
una segunda “explosión”, la de
1868-1875
, que rompe con el sistema
isabelino y busca soluciones absolu-
tamente distintas, incluyendo una
nueva dinastía -la amadeísta- y la
primera república; todo encontrará
su epílogo con la Restauración de
1875, que supone el regreso a la
dinastía derribada, pero con
supuestos rigurosamente nuevos.
España vive la larga época
romántica: las pasiones alcanzan a la
política, pero al mismo tiempo al arte
y la literatura, a la vida cotidiana y a
las costumbres, que resultan entre
pintorescas y apasionadas, como en
una novela o en un drama de la
época. Si no se tiene en cuenta este
ambiente, resulta difícil comprender
el cúmulo de “infinitos pequeños
sucesos” que abarrotan su historia.
Solo por los años setenta se
impone la boga del realismo -que
supo comprender genialmente
Galdós
-; pero también y sin duda
con transcendencia a los hechos,
una nueva generación de políticos
realistas, dirigida por dos hombres
que nunca se entendieron pero que
-así es el realismo- se supieron
recíprocamente necesarios:
Cánovas
y
Sagasta
.
La Restauración es la época
más tranquila del siglo: desde un
punto narrativo es casi un período
sin historia. Pero tampoco faltan los
traumas: la toma de conciencia
social abona la aparición de
movimientos obreros, socialistas y
anarquistas; se consagra -precisa-
mente por el prurito del turno de
partidos- la lacra de caciquismo;
surgen, apenas visibles todavía, los
nacionalismos internos, y finalmente
se desencadena la guerra de Cuba,
que provocará un fuerte movimiento
de opinión, visible ya en los prime-
ros años del siglo XX.
Rialp | 270 págs. | 19,00 €NO FICCIÓN
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