SL
A FONDO
Federico Fernández de Buján
Catedrático de Derecho Romano (UNED)
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FUNDACIÓN
TROA
P
or estas fechas navideñas, hace
veintiún años, mis gemelas, cuarta y quinta de
mis hijas, estaban en la “edad de oro” de su
creencia en los Reyes Magos. Como cualquier
niño inteligente su convicción era incontestable.
Todo lo que se ama se desea conocer más. Por
ello, esa Navidad me pidieron que les contara,
“con detalle”, la historia de los Reyes Magos.
Quiénes eran, de dónde venían, por qué
se pusieron en camino, si sabían adonde se
dirigían, si venían juntos o se encontraron,
cómo se perdieron y volvieron a encontrar el
rumbo, cómo descubrieron al Niño, qué
hicieron después de verlo y adorarlo. Ante esta
larga lista de preguntas, comprendí que debía
informarme. Decía mi sabia madre: “Hijo, para
saber, o ver o leer”. Era claro que en este caso,
como en tantos otros, no quedaba más
remedio –¡bendito y gozoso remedio!- que leer
uno o varios libros. Me convertirían en un buen
narrador para dejar satisfecha la curiosidad de
mis pequeñas. Les contaría la historia, pero
dejaría algunas cosas por relatar para que ellas
tuviesen que leer “despacito” -como se hacen
las cosas que quieren saborearse-, los libros
que les había regalado.
Y me lancé feliz a una “librería de
confianza”, de esas que además de vender
entienden de aquello que venden y pueden
informarte y aconsejarte. Algo que hoy se ha
perdido en gran parte. Deseaba comprar esos
“tesoros” que anhelaba leer. Y solicité confiado:
“Querría algún libro que contase la historia de
los Reyes Magos”. ¡Oh sorpresa! cuando
me responden: “No conocemos que
haya alguno editado”.
Asombrado, y un poco
indignado,
regresé a casa.
Respondí como
pude a mis
gemelas y les prometí
que la próxima
Navidad, si el Niño Jesús me ayudaba, les
regalaría un libro escrito por mí que contase esa
historia.
Dejé el proyecto para el verano. Durante
el curso lo urgente desplaza tantas veces a lo
importante, que la vida nos lleva en volandas y
casi nunca hacemos lo que queremos sino lo
que podemos. En agosto retomé mi propósito.
Estaba en la ría de Betanzos. Me desplacé a la
Biblioteca-Archivo para buscar información en
el Espasa, escritos bíblicos y literatura específica.
Era necesario partir del Evangelio de Mateo (Mt.
2.1-12). La única fuente histórica. De ella surge
todo lo demás, sea tradición o fantasía. La
narración evangélica es sobria. Nos dispone
para leer una crónica. Ofrece datos cronológicos
y geográficos. “Nació Jesús en Belén de Judá en
tiempos del rey Herodes”. De los Reyes apenas
dice algo. Solo que “llegaron del Oriente unos
magos a Jerusalén”. Magos equivale a sabios.
“Oriente” en el contexto cultural judío es más
allá del Jordán. Los magos representan a la
gentilidad. No consta que sean reyes ni cuantos
fuesen.
Me propuse en mi relato respetar, al pie
de la letra, el relato de Mateo. Lo demás sería
imaginado. Elegí al Rey Melchor para contar la
Historia. Por ello, el título del libro es
Historia de
los Reyes magos contada a los niños por el Rey
Melchor
(Estrella de oriente, 1997) Y comencé
así, haciendo hablar a Melchor:
Te voy a contar una historia. Tú ya la
conoces: es la historia de los Reyes Magos. Es mejor
llamarla la historia de una Estrella. O mejor aún, la
historia de un Niño. Es la
La historia del viaje de
los Reyes Magos