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SL

A FONDO

Federico Fernández de Buján

Catedrático de Derecho Romano (UNED)

32

FUNDACIÓN

TROA

P

or estas fechas navideñas, hace

veintiún años, mis gemelas, cuarta y quinta de

mis hijas, estaban en la “edad de oro” de su

creencia en los Reyes Magos. Como cualquier

niño inteligente su convicción era incontestable.

Todo lo que se ama se desea conocer más. Por

ello, esa Navidad me pidieron que les contara,

“con detalle”, la historia de los Reyes Magos.

Quiénes eran, de dónde venían, por qué

se pusieron en camino, si sabían adonde se

dirigían, si venían juntos o se encontraron,

cómo se perdieron y volvieron a encontrar el

rumbo, cómo descubrieron al Niño, qué

hicieron después de verlo y adorarlo. Ante esta

larga lista de preguntas, comprendí que debía

informarme. Decía mi sabia madre: “Hijo, para

saber, o ver o leer”. Era claro que en este caso,

como en tantos otros, no quedaba más

remedio –¡bendito y gozoso remedio!- que leer

uno o varios libros. Me convertirían en un buen

narrador para dejar satisfecha la curiosidad de

mis pequeñas. Les contaría la historia, pero

dejaría algunas cosas por relatar para que ellas

tuviesen que leer “despacito” -como se hacen

las cosas que quieren saborearse-, los libros

que les había regalado.

Y me lancé feliz a una “librería de

confianza”, de esas que además de vender

entienden de aquello que venden y pueden

informarte y aconsejarte. Algo que hoy se ha

perdido en gran parte. Deseaba comprar esos

“tesoros” que anhelaba leer. Y solicité confiado:

“Querría algún libro que contase la historia de

los Reyes Magos”. ¡Oh sorpresa! cuando

me responden: “No conocemos que

haya alguno editado”.

Asombrado, y un poco

indignado,

regresé a casa.

Respondí como

pude a mis

gemelas y les prometí

que la próxima

Navidad, si el Niño Jesús me ayudaba, les

regalaría un libro escrito por mí que contase esa

historia.

Dejé el proyecto para el verano. Durante

el curso lo urgente desplaza tantas veces a lo

importante, que la vida nos lleva en volandas y

casi nunca hacemos lo que queremos sino lo

que podemos. En agosto retomé mi propósito.

Estaba en la ría de Betanzos. Me desplacé a la

Biblioteca-Archivo para buscar información en

el Espasa, escritos bíblicos y literatura específica.

Era necesario partir del Evangelio de Mateo (Mt.

2.1-12). La única fuente histórica. De ella surge

todo lo demás, sea tradición o fantasía. La

narración evangélica es sobria. Nos dispone

para leer una crónica. Ofrece datos cronológicos

y geográficos. “Nació Jesús en Belén de Judá en

tiempos del rey Herodes”. De los Reyes apenas

dice algo. Solo que “llegaron del Oriente unos

magos a Jerusalén”. Magos equivale a sabios.

“Oriente” en el contexto cultural judío es más

allá del Jordán. Los magos representan a la

gentilidad. No consta que sean reyes ni cuantos

fuesen.

Me propuse en mi relato respetar, al pie

de la letra, el relato de Mateo. Lo demás sería

imaginado. Elegí al Rey Melchor para contar la

Historia. Por ello, el título del libro es

Historia de

los Reyes magos contada a los niños por el Rey

Melchor

(Estrella de oriente, 1997) Y comencé

así, haciendo hablar a Melchor:

Te voy a contar una historia. Tú ya la

conoces: es la historia de los Reyes Magos. Es mejor

llamarla la historia de una Estrella. O mejor aún, la

historia de un Niño. Es la

La historia del viaje de

los Reyes Magos