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SL

A FONDO

son. En cambio, para quien no tiene nada

que celebrar, y sobre todo no tiene con

quién celebrar nada, son los días más

tristes del año. También, y conectado con

ello, son días de regalos, incluidos los

autorregalos. Entre ellos, suelen figurar,

y conviene que figuren, los libros.

«Un buen libro anima, y ese

ánimo ayuda. También en-

seña, sobre todo a los más

jóvenes, y esa enseñanza

también ayuda. Por eso un

buen libro es una buena

inversión.»

¿Y qué libro leemos?

Puede ser

simplemente una novela de intriga para

no aburrirse en el autobús, pero una

buena obra puede dar mucho más de sí.

Con esa condición: que sea buena. Lo

bueno siempre resulta atractivo, tam-

bién para quien no tiene una particular

formación literaria. Sólo una obra de

calidad tiene esa fuerza que introduce al

lector en la narrativa, incluso en el inte-

rior mismo del protagonista o algún otro

personaje principal.

Ahora bien, aunque el criterio

de calidad descarta muchos títulos,

queda aún una gran variedad. Hay libros

que muestran el esplendor del amor

auténtico, mientras que otros se recrean

en amores falsificados y sucedáneos

del amor. Los hay que narran un valor

auténtico y desinteresado, frente a otros

que lo que muestran es el egoísmo más

radical, que siempre o casi siempre se

muestra cobarde. Unos defienden que

hay causas y sobre todo personas por

las que vale la pena luchar, y otros por

contraste hacen gala de un cinismo

egocéntrico que busca siempre la ley del

mínimo esfuerzo. Hay obras de literatura

que transmiten la ilusión de la esperan-

za, terrena y trascendental, mientras que

otros destilan la tristeza nihilista de una

vida sin futuro a la que solo le queda el

carpe diem.

Por eso, puede ser una buena

idea, antes de decidir qué leo, o qué libro

compro, preguntarse qué o quién quiero

ser. No ya simplemente por buscar

algo que sea coherente con la ética que

defiendo, sino también, en primer lugar,

para disfrutarlo. Porque, efectivamente,

para quien quiere vivir con altura moral,

la obra que presenta personajes con

la misma se lee con agrado. En sentido

negativo, como se oye decir a veces, ya

tiene bastantes amarguras la vida para

que una novela amargue más la existen-

cia.

Pero queda alguna otra razón

para tener en cuenta. Un buen libro ani-

ma, y ese ánimo ayuda. También enseña,

sobre todo a los más jóvenes, y esa en-

señanza también ayuda. Por eso un buen

libro es una buena inversión. Aunque con

nosotros la cosa no llegue a tanto –todo

podría ser-, ya vemos, en el

Libro de los

Reyes

del antiguo Israel, lo que puede lle-

gar a hacer el hallazgo de un buen libro.