A FONDO
SL
TROA
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E
n el capítulo 22 del segundo
Libro de los Reyes
,
del Antiguo Testamento, encontramos un
curioso episodio. El rey Josías ordenó adecen-
tar el templo de Jerusalén. En las labores de
limpieza apareció un libro. El sumo sacerdote Jilquías
se lo pasó al escriba Safán. Éste dio parte al rey de los
trabajos, y al final añadió: “El sacerdote Jilquías me ha
dado un libro”. Y lo leyó ante el rey. Era, dice el relato,
el libro de la Ley (al parecer, una versión antigua de lo
que hoy conocemos como Deuteronomio).
Fue una conmoción. El rey rasgó sus vesti-
duras y leyó personalmente el libro al pueblo. Todos,
monarca y pueblo, se comprometieron a observar su
contenido. Evidentemente, la conmoción se debía a
que la Ley había quedado olvidada, y no se cumplía.
Indirectamente, el episodio también señala que,
cuando no se había querido vivir conforme a la ley di-
vina, los libros se destruían o se les dejaba acumular
polvo en un desván de trastos viejos.
Pocas veces en la Historia ha tenido
tanta importancia para todo un pueblo el
hallazgo y la lectura de un libro. Son mucho
más numerosos los episodios en los que la
lectura de un libro ha motivado una conmo-
ción interior y un cambio de vida en personas
individuales. Para bien o para mal, según los
casos… y según de qué libro se trate. Hoy tam-
bién. Sería un desenfoque pensar que el libro
se resiste a morir en la era digital. También se
encuentran en formato digital. No es que se
resista a morir, sino que por el contrario sigue
siendo poderoso para llamar al fondo del alma,
a la cabeza y al corazón.
Los días de Navidad están llamados
a ser los más alegres del año. Para muchos, lo
El poder
de un libro
Julio de la Vega-Hazas
Doctor en teología. Asesor literario de TROA
«Puede ser
una buena
idea, antes de
decidir qué
leo, o que
libro compro,
preguntarse
qué o quién
quiero ser.»
36 FUNDACIÓN
TROA