Background Image
Table of Contents Table of Contents
Previous Page  32 / 56 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 32 / 56 Next Page
Page Background

SL

A FONDO

H

ace exactamente dos siglos –en 1817- la

escritora inglesa Mary Shelley escribió la que

se considera primera novela de ciencia-ficción

de la Historia: Frankenstein. En ella, el joven

científico Viktor Frankenstein, obsesionado con el prin-

cipio vital humano –el alma- crea un ser humano con

trozos de cadáveres diseccionados. Cobra vida, pero el

superhombre de dos metros y medio de estatura que

esperaba sacar a la luz, resulta ser un monstruo lleno

de maldad.

En la novela el monstruo no tenía nombre pro-

pio, así que se le empezó a designar con el apellido de

su creador. Con el tiempo, Frankenstein se convirtió en

un popular referente de las obras de terror, sobre todo

con su puesta en el cine ya en el siglo XX.

Sin embargo, Shelley no pretendía tan solo

hacer una novela de terror. El título completo de su

novela era

Frankenstein o el moderno Prometeo

. En la mi-

tología griega, Prometeo era un titán que había tenido

la osadía de robar el fuego de los dioses para dárselo

a los hombres, por lo que fue castigado por Zeus. De

ahí –cito aquí la voz correspondiente de la Wikipedia- el

subtítulo de la obra: el protagonista intenta rivalizar en

poder con Dios, como una suerte de Prometeo

moderno que arrebata el fuego sagrado de la

vida a la divinidad. O sea que, en palabras de

la misma voz, el texto explora temas tales como

la moral científica, la creación y destrucción de

vida y la audacia de la humanidad en su relación

con Dios.

La autora realizó añadidos y modifica-

ciones a su novela. Quizás la más interesante

fuera introducir el factor “científico”, que era

la electricidad. Poco conocida por entonces, se

sabía que alguna descarga de esa misteriosa

fuerza había reanimado a alguna persona. Y

parecía haberse hallado en ella la quintaesencia

de la vida. Quedaba así perfilado el mensaje de

la obra: si el hombre pretendía apoderarse, me-

diante los avances científicos, de la naturaleza

misma para cambiarla a su antojo, lo único que

conseguía era denigrarla.

Casi un siglo después, en 1898, el

escritor inglés Herbert George Wells publicó otra

novela que ha constituido un referente del géne-

ro:

La isla del Doctor Moreau

. En ella, el médico de

este nombre experimenta con la vivisección para

crear híbridos de animal y hombre, también con

la idea de crear un ser superior con la inteligen-

cia humana y la fuerza y agilidad del animal. El

resultado vino a ser semejante al de la novela de

Shelley.

Tanto la prensa de la época como la

comunidad científica arremetieron contra Wells

con todos los calificativos despectivos que se

les ocurrieron, desde el mal gusto a ir contra la

ciencia. Eran unos años de ciega confianza en

los avances de la ciencia, de la que se pensaba

que pronto traería, por su propia dinámica, un

estado feliz a la humanidad. La Primera Guerra

Mundial pronto enseñó los usos indeseados que

podía producir la ciencia, y acabó con todo aquel

optimismo.

En nuestros días, encontramos impor-

tantes avances científicos y tecnológicos, y ha

renacido esa confianza ciega en la ciencia. No

podían faltar obras de ciencia ficción que fueran

al hilo de estos progresos. Hace unos años el

tema estelar era la electrónica, y no faltaban

obras sobre robots que podían eclipsar o incluso

entrar en conflicto con los humanos. Isaac Asi-

mov fue la firma más conocida en este sector.

Ahora, sin olvidar la robótica, el prota-

gonismo se lo está llevando la genética. En este

campo, la ciencia ha avanzado mucho, pero la

La verdad de la

ciencia-ficción

Julio de la Vega-Hazas

Doctor en teología. Asesor literario de TROA

«En nues-

tros días,

encontramos

importan-

tes avances

científicos y

tecnológicos,

y ha renacido

esa confianza

ciega en la

ciencia.»

32 FUNDACIÓN

TROA