CUATRO LUCES
PARA DESPERTAR
LA PASIÓN POR LA LECTURA
EN LOS MÁS PEQUEÑOS
ÁLVARO LUCAS LERGA
Profesor de Antropología
E
n estos tiempos que corren en los que las
pantallas campan a sus anchas por los hogares y no
siempre con buenas historias dentro, es frecuente que
haya muchos padres interesados en que sus hijos adquie-
ran el hábito de lectura. A la mayoría de ellos la antropólo-
ga Michèle Petit les reprocha en
Leer el mundo
que su
deseo esté estrechamente vinculado con una de las
consecuencias directas de la lectura. Simplificando, que los
estudiantes que leen por lo general obtienen mejores
resultados académicos. Petit observa que si esa es la
principal razón, a los niños o a los jóvenes les escama el
interés exagerado de sus padres y probablemente
terminan optando por el camino contrario: “¿Leer? ¡Qué
rollazo! ¡Prefiero el móvil o jugar a la Play”. De igual manera
explica Daniel Pennac que no se puede obligar a alguien a
leer y en
Como una novela
hace un recorrido del proceso de
relación con los libros por el que atraviesa cualquier niño
en circunstancias normales, desde pequeño hasta la etapa
de la adolescencia, cuya lectura recomiendo vivamente. A
continuación, ilustro cuatro luces que coinciden con
algunos momentos claves de la vida de los niños para
alimentar su pasión por los libros.
La luz de las estrellas
Me cuenta un amigo que
lleva varias semanas con cierta
sensación de amargura interna.
¿Te puedo ayudar? Le digo. Y mi
pregunta le da pie a contarme
que lleva varios días seguidos en
los que evita leerle un cuento a
su hija de cuatro años. Cada
noche, cuando se va a acostar ella le dice: “Papá,
hoy toca leer un cuento”, y él siempre le dice que
mañana mejor, que tendrán más tiempo enton-
ces. Sin su hija presente, mi amigo piensa en
cómo ya no basta con que él controle la lectura
poniendo voces y haciendo el payaso para hacerla
reír. Ahora ella también quiere leer y recorrer con
la mirada la fisionomía de las letras lentamente, a
su ritmo. A veces se atasca y a veces su memoria
hace de teclado predictivo y completa las
palabras, no siempre con éxito. A él eso le cuesta
mucho porque no tiene paciencia y poco a poco
se ha ido desentendiendo. “¿Qué puedo hacer?”,
me dice.
Ciertamente, la situación de mi amigo es
meritoria porque sé de buena tinta que muchos
padres jamás se han planteado leer un cuento a
sus hijos por la noche. “Me fui a la cama y las
estrellas ya no estaban”. Rescato esta frase de la
protagonista de un libro que he empezado a leer y
que me sirve para ilustrar ese momento en que
hacemos que un niño crezca incluso cuando no le
toca. Parece que conforme un niño va creciendo
las ganas de sus padres de contarle un cuento
antes de dormir decrecen. Debe ser una de las
leyes más injustas que nos impone nuestra
«Es frecuente
que haya
muchos padres
interesados en
que sus hijos
adquieran el
hábito de la
lectura.»
LITERATURA INFANTIL
SL
FUNDACIÓN
TROA
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